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La estrella pop acumula una colección de propiedades desde Beverly Hills hasta el Reino Unido.

Por Leonardo Núñez

Mientras Taylor Swift llena estadios y bate récords en el streaming, también teje silenciosamente un imperio inmobiliario que está avaluado en más de US$150 millones, consolidándose como una inversionista estratégica del mercado de lujo.

Desde Tennessee hasta Beverly Hills y Londres, la estrella pop no solo ha logrado diversificar su patrimonio, sino que ha elevado su estilo de vida a una sofisticada declaración de poder, visión y estabilidad financiera, de acuerdo a distintos analistas del sector.

La incursión de Swift en el mundo inmobiliario comenzó en 2004, con una casa familiar en Hendersonville, Tennessee, adquirida por US$790.000. A partir de entonces, su portafolio ha crecido en diversidad, lujo y valor, con propiedades cuidadosamente seleccionadas en ciudades clave como Nashville, Nueva York, Los Ángeles y más recientemente, Londres.

Swift ha demostrado un perfil inversor que combina criterios emocionales y estratégicos, según un análisis del Robb Report, sitio especializado en inversiones inmobiliarias.

“Compra propiedades con significado personal, pero también con alto potencial de valorización. Por ejemplo, su mansión en Rhode Island, adquirida por US$17,75 millones, no solo le permitió organizar sus famosas fiestas del 4 de julio, sino que también aumentó su valor patrimonial al ser parte de una zona altamente demandada frente al mar”, indica el medio.

Las cifras detrás del imperio

Entre sus propiedades, destacan aticos en Tribeca, Nueva York (últimos pisos de edificios con terrazas) adquiridos en 2014 y 2017, por más de US$30 millones combinados. Uno de ellos perteneció al director Peter Jackson, y otro, al financiero Jeremy Phillips. También figura una casa adosada de Manhattan, que le costó US$18 millones. Se trata de una residencia restaurada de 1915, con gimnasio, spa y garaje a prueba de paparazzi.

A ello sumó una finca en Beverly Hills de US$25 millones, que perteneció al productor Samuel Goldwyn y que está declarada monumento histórico.

Según la firma inmobiliaria Zillow, los precios de viviendas de lujo en EE.UU. han aumentado en promedio un 44% en la última década, especialmente en mercados como Nueva York y Los Ángeles. En ese contexto, Swift ha sabido elegir ubicaciones prime que no solo ofrecen privacidad y exclusividad, sino también una alta plusvalía sostenida.

Además, la cantante ha mostrado interés en conservar propiedades por largo tiempo —incluso remodelarlas—, lo que sugiere un enfoque de inversión patrimonial más que especulativo. Por ejemplo, su actual renovación en Rhode Island asciende a US$1,7 millones, y su finca en Beverly Hills fue restaurada y protegida legalmente por ella misma.

El modelo Swift

La estrategia inmobiliaria de Taylor Swift refleja una tendencia cada vez más común entre artistas de alto perfil: la diversificación del portafolio fuera del mundo del espectáculo. Además, subraya el rol de la inversión inmobiliaria como una fuente de estabilidad a largo plazo y una vía para asegurar independencia financiera.

En un mercado global donde los bienes raíces de lujo siguen siendo vistos como refugio seguro, el enfoque meticuloso de Swift —basado en ubicaciones estratégicas, propiedades históricas y proyectos personalizados— la posiciona como algo más que una estrella del pop: también como una inversionista inmobiliaria de élite.

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