Este tipo de inmuebles impulsan la productividad, confort y salud en sus residentes, al tiempo que reducen el consumo de energía y su impacto medioambiental. Sus usuarios son personas jóvenes y conscientes del ecosistema en el que viven.
Por: Renato Herrera Lagos
Gracias a la nueva forma de trabajar, donde nuestra vivienda se transformó en una prolongación de la oficina, hoy más que nunca se ha reforzado el importante papel que desempeñan los edificios donde vivimos o trabajamos, respecto al resguardo de nuestra salud. Estudios señalan que cerca del 90% de nuestro tiempo lo pasamos dentro de espacios cerrados, razón más que suficiente para velar por un buen ambiente en el hogar.
En ese contexto, ha surgido el concepto de “Edificios Saludables”, inmuebles de alto rendimiento diseñados para mejorar la experiencia de las personas que los ocupan y que, por tanto, fomentan la productividad, confort y salud, al tiempo que reducen el consumo de energía y su impacto medioambiental.
Según un estudio encargado por Carrier y diseñado por la Universidad de Harvard y el T.H. Chan School of Public Health, las construcciones certificadas como edificios verdes o saludables ahorran cerca de USD $4,66/m2 en costos energéticos, además de USD $2,73/m2 en costos de salud y clima. En total, este tipo de edificios ahorra USD $7,39/m2 en comparación con un edificio convencional.
Cifras señalan que solo Estados Unidos, entre 2000 y 2006, en comparación con edificios comerciales convencionales, los edificios certificados saludables ahorraron USD $6,7 billones en costo de energía y USD $4 billones en beneficios combinados entre salud y clima: 1.3 billones de evitar impactos negativos en el cambio climático y 2,7 mil millones de reducción de la contaminación en el aire, lo que resulta en menos muertes, menos visitas al hospital, menos días perdidos de trabajo y escuela, entre muchos otros beneficios.
Las variables que debe cumplir un edificio para certificarse como saludable no contempla la calidad del aire, ya que es necesario implementar un monitoreo y control de la calidad del aire interior (IAQ) con controles avanzados, pero sí la salud térmica relacionadas a controles especializados para ofrecer estándar de confort apropiado según las necesidades del espacio, ya que la filtración del aire sirve para mantenerlo limpio y sano para quienes lo respiran. Además, se deben utilizar soluciones de purificación avanzadas.
Asimismo, la humedad del departamento es muy importante. Lo recomendable respecto al control de la humedad es entre el 40 y 60% y la eficiencia y reducción del impacto medio ambiental, ya que un edificio inteligente debe ser construido utilizando los materiales y sistemas más eficaces y eficientes, respetando el medio ambiente y el entorno. Sus principales objetivos deben ser alcanzar los máximos niveles de eficiencia energética y ahorro energético en todos sus sistemas de climatización, ventilación e iluminación y reducir al máximo sus emisiones contaminantes.
Así, la mayoría de estos factores tienen que ver con el sistema de climatización que ocupan los edificios.
Este tipo de inmuebles impulsan la productividad, confort y salud en sus residentes, al tiempo que reducen el consumo de energía y su impacto medioambiental. Sus usuarios son personas jóvenes y conscientes del ecosistema en el que viven.