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A metros de la Basílica de San Pedro, esta discreta pero estratégica residencia será una vez más el centro neurálgico del próximo cónclave.

Por Leonardo Núñez

En el corazón del Vaticano, a solo pasos de la imponente cúpula de San Pedro, se encuentra la Casa Santa Marta, el lugar donde, a puertas cerradas, los 133 cardenales electores se preparan para uno de los momentos más decisivos de la Iglesia católica: la elección del nuevo pontífice.

Conocida oficialmente como Domus Sanctae Marthae, esta residencia moderna de cinco plantas, inaugurada en 1996 bajo el pontificado de Juan Pablo II, fue concebida para alojar a prelados que visitan el Vaticano. Sin embargo, cada vez que se convoca un cónclave, la casa adquiere una función extraordinaria: convertirse en el espacio de recogimiento, oración y deliberación de los electores del nuevo papa.

Hasta su fallecimiento el pasado 21 de abril, el papa Francisco eligió vivir en Santa Marta, rompiendo con la tradición de residir en los lujosos aposentos papales del Palacio Apostólico. Su decisión, inspirada por el deseo de mayor cercanía y austeridad, transformó el edificio en símbolo de una nueva etapa pastoral. Hoy, tras su partida, vuelve a acoger a los cardenales, esta vez para elegir a su sucesor.

Un aislamiento sagrado

La residencia cuenta con 105 suites de dos estancias y 26 habitaciones individuales, todas ellas simples pero cómodas. Sin embargo, durante el cónclave, el confort cede paso a la disciplina canónica. Conforme a la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996 y ratificada con ajustes posteriores, los cardenales deben vivir en aislamiento absoluto: se retiran todos los dispositivos electrónicos, radios, televisores e incluso se bloquea el acceso a medios de comunicación.

Esta estricta normativa busca proteger la confidencialidad, independencia y espiritualidad del proceso, asegurando que las decisiones se tomen en plena libertad de conciencia, sin presiones externas.

Dado que la cifra récord de 133 electores supera la capacidad de la casa, el Vaticano ha habilitado una residencia adicional adyacente, cuyos detalles no han sido divulgados por motivos de seguridad. Las habitaciones se asignarán por sorteo, como es costumbre, el día previo al inicio del cónclave.

Cada mañana, los cardenales recorrerán el camino hacia la Capilla Sixtina, donde se celebrarán las votaciones. El trayecto bordea la Plaza de San Pedro, atraviesa el pasaje de San Esteban de los Abisinios y cruza el Arco de San Dámaso, hasta llegar al Palacio Apostólico. El traslado podrá hacerse a pie o en los autobuses dispuestos por el Vaticano, en función de las condiciones climáticas o de salud de los electores.

Un edificio con historia viva

Lejos de ser un simple hotel eclesiástico, la Casa Santa Marta ha tenido múltiples funciones a lo largo de su historia. En tiempos de guerra, sirvió de refugio diplomático y albergue para religiosos desplazados. Hoy, se vuelve a poner al servicio de la historia, cobijando a quienes deberán discernir, en silencio y comunión, el nombre del próximo pontífice.

En sus pasillos, donde hasta hace poco caminaba un papa en vida, se escuchará nuevamente el murmullo de las plegarias y las deliberaciones. El mundo, mientras tanto, aguardará el humo blanco.

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