Desde el primer día que las mujeres pisan un yacimiento minero o una obra en construcción, saben que su presencia es un desafío a la norma, y no a cualquier norma, sino ni más ni menos a la división sexual del trabajo, a los prejuicios, estigmas y estereotipos de género que están a la base de la exclusión de lo femenino de los espacios que tradicionalmente sólo han sido ocupados por hombres.