La filósofa chilena Lucy Oporto considera que los actos iniciales fueron planificados, pero luego operaron otras fuerzas. Sólo la comuna de Providencia ha gastado más de $10 mil millones en recuperar plazas, parques y edificios patrimoniales.
Por Leonardo Núñez
El “Estallido social”, la “revuelta”, “asonada” o “golpe blanco”, como se ha definido a los hechos de violencia de 2019, tuvo varias fases de destrucción del patrimonio arquitectónico y de la infraestructura del país. El más tristemente recordado fue el ataque incendiario y simultáneo a las estaciones del Metro de Santiago, ocurrido entre la noche del 18 al 19 de octubre de 2019.
Los ataques implicaron la destrucción total de 7 estaciones, mientras que 18 resultaron parcialmente quemadas y 93 dañadas. Además del costo de US$300 millones para reparar el medio de transporte, su servicio estuvo interrumpido por semanas y las imágenes de las llamas fueron noticia mundial. Con el paso de los días, además hubo 929 saqueos y ataques a 2.358 estructuras y supermercados.
A cinco años de octubre de 2019, aún no hay un consenso sobre quién estuvo detrás de este ataque y por qué el vandalismo se volcó a las calles. Sí, muchas teorías. Entre ellas, la de la filósofa y ensayista, Lucy Oporto, quien entregó su análisis en el documental “Miradas…” sobre la violencia de octubre, realizado por la Fundación Memoria, Debate y Espíritu.
“Para mí, no fue un estallido. La quema del metro, a todas luces, no fue un hecho espontáneo, asociado a un estallido (…) Lo defino como una ‘asonada’ por el carácter de preparación que hay en todo esto. Una asonada es una reunión tumultuosa, violenta, por lo general con fines políticos. Y eso es lo que se dio en este caso con la quema simultánea del Metro”, indicó la autora famosa por su escrito “Lumpenconsumismo, saqueadores y escorias varias: tener, poseer y destruir“.
“(El ataque al Metro) fue una planificación realizada por profesionales, como ya lo he señalado en otras ocasiones, que tuvo que haber contado con una logística, preparación, insumos, profesionales, coordinación, gente que sabía cómo se hacían estas cosas. Yo ni siquiera creo que haya sido un grupito al que se le pagó para quemarlo. No. Y el hecho de que no se sepa nada a cinco años indica que pudo ser una operación de ese tipo”, agrega.
Estos ataques, sin embargo, gatillaron lo que vino después. “A partir de eso, viene toda esta masificación por imitación, con los saqueadores, la vandalización de las ciudades, donde operó el inconsciente colectivo”, sostiene Oporto, citando al término acuñado por el médico psiquiatra y psicólogo suizo Carl Gustav Jung. Este concepto hace referencia a las estructuras de la mente inconsciente compartidas entre los miembros de la misma especie.
“No es que la población tenía un gran malestar y debido a eso decidió destruirlo todo por lo frustrada que estaba; sino que, más que malestar, (como país) veníamos de un proceso de descomposición social, cultural y espiritual, en sentido amplio, y eso termina siendo instrumentalizado para otra cosa, no sabemos por quién aún. Pero derivó en toda esta violencia espantosa”, concluye la autora.
A cinco años de estos hechos, no sólo la situación económica sigue resentida, con más de US$50.000 millones de fuga de capitales del país; las ciudades y su patrimonio siguen pagando los costos.
En el caso de la comuna de Providencia, los gastos en reconstrucción de monumentos, plazas y edificios públicos, ascienden a $10 mil millones. Y parte de este patrimonio, como el Café Literario del Parque Balmaceda, aún no se logra recuperar completamente.
Según estudios realizados por la municipalidad, el 82% del comercio de la zona vio afectadas las ventas y el 73% tuvo que cerrar sus locales debido a los constantes actos de violencia. A nivel país, en tanto, solo en pago de seguros se ha desembolsado una cifra de US$ 3 mil millones, de acuerdo a un informe de GPS. Esto, a su vez, derivó en un aumento de primas de seguros de incendio y coberturas adicionales.
Un costo demasiado alto para Chile, en todos los sentidos, y que seguiremos pagando por muchos más allá de cinco años.
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