Son económicas, de rápida construcción y trasladables. Pero también tienen sus bemoles.
Por Leonardo Nuñez
En un mercado inmobiliario chileno con el acceso al crédito restringido para todos los grupos económicos, instalar en un terreo o en el patio de la propiedad una casa container es una opción que más de alguien ha pensado.
El negocio a nivel mundial de viviendas tipo contenedor en 2020 se valoró en US$ 61.700 millones, estimándose que tendrá una tasa compuesta anual del 5,9% entre 2024 y 2032. Se espera, por lo tanto, que el mercado alcance los US$ 109.400 millones en la próxima década, impulsado por “la creciente demanda de construcciones energéticamente eficientes”, según el análisis de la empresa de investigación financiera Brainy Insights.
¿Pero a qué se debe que sea un modelo tan atractivo? Básicamente por tres beneficios que aportan sus métodos constructivos. Estos son velocidad (por tratarse de una construcción en seco un módulo de 30 metros cuadrados se instala en dos o tres meses desde el inicio de obra); seguridad (los contenedores marítimos ofrecen gran versatilidad modular y mucha resistencia); y, por último, son trasladables (pueden moverse a otro lote o terreno en caso de mudanza).
Sin embargo, en Chile, ¿es tan así? Conversamos con Antonio Infestas León, gerente de marketing de BoxtainerChile.cl, una empresa familiar que cuenta con varias décadas en el rubro, para que detallara a “El Diario Inmobiliario” los pro y contra que tiene este tipo de inversión.
El ejecutivo señala que con el paso de los años, ha ido aumentando el conocimiento e interés de las personas por los contenedores, fundamentalmente por la facilidad que entregan a la hora de levantar o ampliar una vivienda. “Son casas básicamente de acero y en un país sísmico como el nuestro, entregan una ventaja constructiva respecto de otras materialidades, porque hasta el ladrillo, el concreto puede sufrir, digamos, con el embate de un fuerte sismo”, sostiene Infestas León.
“En cambio, con un contenedor marítimo, se podría hundir el terreno. Pero al contenedor no le va a pasar nada, va a mantener su estructura”, agrega.
Como todo sector económico también este mercado se ha visto restringido, pero sigue teniendo un ventaja competitiva, al prescindir de la obra gruesa. Puedes, además, comprar el contenedor sin terminaciones, solo con las puertas y ventanas instaladas. Y, con el tiempo, completar su fachada exterior e integrarle los complementos que se prefieran.
¿Su precio? En el mercado se encuentran a partir de $1 millón 500 mil más IVA, dependiendo de su estado.
“Si han viajado mucho en buques, se van golpeando y deteriorando, pero es solo su aspecto. Pero sin duda obviamente cuando uno se compra algo que está más golpeado, tiene corrosión, eso lo va devaluando. Incluso hay algunos denominados one trip, ya que se los vende después de un solo viaje por el mar”, acota el ejecutivo.
Por último, algunos tips antes de comprar. Tener claro el proyecto y, ojalá, contar con un arquitecto; fijarse en los pilares del contenedor, que los cuatro de la esquina estén en buenas condiciones y rectos. Esto es lo que les permite sostener 30 toneladas de carga. Asegurarse, además, de contar con el espacio requerido para su ingreso al terreno.
“No se puede llevar un contenedor a cualquier lugar, como a la punta de un cerro. Para su traslado se requieren camiones largos, entonces no pueden haber curvas muy pronunciadas y los terrenos tienen que estar planos y compactos para que el vehículo pueda entrar y maniobrar”, finaliza Infestas León.