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El país cuenta con un sólido sistema de señaléticas marítimas, en cuya operación es claveel factor humano. Los cabo 2° María José Rivas y Rafael Zamorano nos cuentan cómo es hacer patria en el Faro Fairway, donde se unen el Estrecho de Magallanes y el canal Smyth.

Por Leonardo Núñez

El próximo mes de febrero, el Islote Fairway, una mole rocosa de 36 metros de alto, ubicado en el extremo sur de Chile –donde se unen el Estrecho de Magallanes y el canal Smyth–, perderá a dos de sus únicos y más ilustres residentes.

El matrimonio conformado por los cabo segundo de la Armada de Chile, María José Rivas y Rafael Zamorano, ponen fin a su misión de tres años operando el Faro Fairway, una torre hexagonal de 5 metros con un sistema de iluminación automático, el cual alcanza los 35 kilómetros de visibilidad mar adentro.

Su rol, en medio de adversas condiciones climáticas y logísticas, es clave para resguardar la seguridad de los navegantes en la Patagonia Austral, lo cual quedó en evidencia con un recordado naufragio ocurrido en julio de 2022 que detallamos más adelante.

Costas vigiladas

Como parte de su infraestructura marítima, Chile ha destinado importantes esfuerzos humanos y económicos  en mantener a lo largo de sus costas una gran extensión de faros y señales marítimas. El sistema, recientemente sometido a reparaciones y renovaciones en el marco del Proyecto Fénix, está compuesto por 50 faros (18 de ellos habitados), 641 señales luminosas, 326 señales ciegas y 34 señales electrónicas.​

La mayoría de los faros funciona en forma automática. Sin embargo, deben contar con personal especializado que se traslada a lugares remotos para garantizar su operatividad 24/7 los 365 días al año, como ocurre con  María José Rivas y Rafael Zamorano.

A poco más de un mes para ser reemplazos en esta destinación remota, los cabo segundo contaron a “El Diario Inmobiliario”, vía correo electrónico, cómo viven los últimos días de su misión y cómo es hacer patria en lugares tan inhóspito.

“Nuestro trabajo diario es profundamente satisfactorio y un privilegio que pocos tienen la oportunidad de experimentar. Operar en un entorno tan único como éste, rodeados de tranquilidad y naturaleza, nos brinda una perspectiva especial. Sin embargo, vivir y trabajar aquí implica asumir una amplia variedad de responsabilidades”, cuentan.

“Por un lado, gestionamos las tareas de habitabilidad del faro, lo que incluye mantener y cosechar nuestra propia huerta, cuidar de nuestras aves de corral, que nos proveen alimento además de gestionar los recursos que nos asignan en cada reaprovisionamiento”, señala María José.

“Por otro lado, desarrollamos labores esenciales relacionadas con el control del tráfico marítimo, como mantener comunicación constante con las unidades que transitan por la zona, monitorear su navegación y realizar el mantenimiento de sistemas electrógenos y otros equipos que requieren mucha atención y dedicación”, agrega.

“Aunque pueda parecer que vivir en un lugar aislado implica poco quehacer, la realidad es muy distinta. Ambos estamos constantemente ocupados, con una rutina disciplinada que nos permite cumplir con todas nuestras tareas de manera eficiente”, complementa junto a su marido.

Cuidar la vida en el mar

La conexión con el continente ha mejorado en los últimos años, explican, gracias a la instalación de un sistema Starlink en el faro. Esto les permite realizar videollamadas y mantener contacto telefónico constante con su familia y seres queridos, lo que es muy importante sobre todo en fechas tan significativas como Navidad, Año Nuevo o cumpleaños.

Su misión ya se acerca a su fin. Se irán con muchos recuerdos, quizás el más significativo les ocurrió en julio de 2022, cuando debieron prestar apoyo en una emergencia. El buque Heimdall, cerca de la isla Tamar, a más de 195 kilómetros de Punta Arenas, se comenzó a hundir y debieron activar el rescate de la tripulación que avisó al Faro sobre el riesgo que corrían.

Desde lo más alto del islote, los cabos Rivas y Zamorano alertaron y coordinaron con la nave de apoyo logístico “Thor”,  que navegaba en las cercanías, el salvataje. Fueron momentos de alta tensión. 13 tripulantes, luego de abandonar el buque, luchaban por mantenerse a flote en balsas.

La operación concluyó con el rescate ilesos de todos los navegantes. La cabo Rivas recordaría que “esa fue una experiencia muy potente, porque te das cuenta de la importancia de tu trabajo y de lo que hacemos como institución para salvaguardar la vida humana en el mar”. Misión que a partir de febrero continuará una nueva dupla de compatriotas.

DATO

El origen del primer faro en Chile se remonta a 1837, durante el gobierno de José Joaquín Prieto, en el cual se dictó el Decreto Supremo N° 109 donde se indica que, con fondos del Cabildo de Valparaíso se daría inicio a su construcción. Se inauguró el 18 de septiembre de 1837, con el nombre de Punta Ángeles y está  ubicado en el sector del mismo nombre en Valparaíso.

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