Desde que se firmó el Acuerdo de París en 2015, el mundo ha presenciado una sucesión de cumbres climáticas que, año tras año, han reforzado narrativas ambiciosas: limitar el calentamiento global a un máximo de 1,5°C respecto de la era preindustrial; alcanzar cero emisiones netas de gases de efecto invernadero a mitad de siglo; movilizar miles de millones de dólares para adaptación al cambio climático, recuperando las pérdidas y daños causados por distintos eventos.