
Por: Francisca Pedrasa, directora de AICE, ingeniera civil Universidad de Chile.
Cada cierto tiempo nos enfrentamos a la oportunidad de reflexionar sobre los avances en equidad de género. Más allá de una fecha simbólica, es un ejercicio necesario para evaluar cuánto hemos progresado y cuánto nos falta para que las conmemoraciones dejen de ser necesarias. Porque ese es el verdadero objetivo: alcanzar una sociedad en la que la igualdad esté normalizada y no conmemorada.
La historia de las mujeres en la ingeniería estructural y la construcción ha sido una de perseverancia silenciosa. Las pioneras que ingresaron en este sector lo hicieron sin grandes gestos disruptivos, abriéndose paso con esfuerzo en entornos predominantemente masculinos. Su presencia, aunque limitada, fue el inicio de un cambio que hoy es más visible y sostenido.
Actualmente, la participación femenina en el rubro es cada vez más reconocida. Sin embargo, aún persisten barreras en los niveles de liderazgo y toma de decisiones. La equidad no se trata solo de acceso, sino de influencia. No basta con estar presentes, necesitamos incidir.
El liderazgo femenino ha demostrado aportar atributos altamente valorados en los equipos de trabajo: empatía, visión sistémica, colaboración, comunicación directa y sensibilidad social. Así lo plantea la ingeniera civil Tatiana Camps, experta en transformación organizacional y liderazgo femenino, en su propuesta de “Liderar desde lo femenino”, una perspectiva que no busca imponer un estilo sobre otro, sino integrar capacidades diversas que enriquecen los resultados y fortalecen a las organizaciones.
La industria de la construcción ha comenzado a reconocer estos aportes. Estudios y experiencias han demostrado que los equipos diversos logran mejoras en productividad, compromiso y bienestar. Incorporar mujeres ya no es un desafío conceptual, sino una estrategia de crecimiento.
Pero aún enfrentamos una tarea pendiente: transformar esta integración en impacto. No se trata solo de abrir espacios, sino de habitar y transformar esos espacios desde nuestras diferencias. La diversidad no es una amenaza, es una ventaja competitiva.
Reducir las brechas de género es una necesidad social y económica. No es solo una cuestión de justicia, sino de desarrollo. Un país que aspira a crecer de forma sostenida no puede prescindir del talento de la mitad de su población.
La equidad en la construcción —como en tantas otras áreas— no será el resultado de una conmemoración, sino del trabajo constante por construir estructuras más inclusivas, tanto en lo técnico como en lo humano. Y aunque aún queda mucho camino por recorrer, estamos avanzando. Con colaboración, con convicción y con la certeza de que la transformación será fruto del esfuerzo conjunto.