
Por: Eduardo Ricci Burgos. Abogado de Negocios COHLERS + Partners
La mitad de la población mundial se concentra en el 2% de la superficie del planeta especialmente en las grandes ciudades, las que consumen el 75% de la energía que se produce y, al mismo tiempo, se libera el 80% de las emisiones de CO2.
Además, se prevé que para el 2050 un 85% de la población mundial vivirá en ciudades lo que tendrá un impacto medioambiental y social, sin precedentes; por lo que se hace indispensable superar el desafío de los más de 2.000 millones de habitantes adicionales para 2050.
Lo anterior, unido al importante impulso que ha tenido la tecnología desde los años 90, ha dado paso a la concepción de las ciudades inteligentes o “smart cities” con el objeto de crear ciudades sostenibles económica, social y medioambientalmente, como una real solución a este importante dilema al que se ve actualmente enfrentada la población mundial.
Chile, por supuesto, no ha sido ajeno a ello y a propósito de la Ley N° 21.305 sobre Eficiencia Energética del año 2021, recién consagró legalmente a las ciudades inteligentes, pero lamentablemente, no les dio una definición ni un tratamiento legal sistemático. Error que se debería corregir.
Pero ¿qué es una ciudad inteligente?, ¿qué hace que una ciudad sea inteligente?. En términos generales, son aquellas en las que se aplican las tecnologías de la información y de la comunicación con el objetivo de dotarlas de infraestructuras que garanticen un desarrollo sostenible, un incremento de la calidad de vida de sus habitantes, una eficiencia y eficacia de los recursos disponibles y una activa participación ciudadana.
Lo relevante es que las smart cities no solo se conciben y nacen (o se crean) de esta forma, sino que, pueden también ser transformadas en este sentido, por lo que se requieren diversas iniciativas público y privadas que combinen la innovación, la eficiencia y sostenibilidad energética, trabajando en tres aspectos importantes: planificación urbana; gestión pública adecuada, acorde y en dirección a dicha transformación, y; tecnología adecuada para ello.
En definitiva, para poder dar respuesta a las interrogantes planteadas, así como a los nuevos retos que presenta este tipo de ciudad, ellas pretenden ser ciudades con “valor agregado”, que se traduce en la combinación de personas, tecnología y la creatividad, para hacer más sostenible y eficiente cualquier ciudad del mundo.
Por ello, apuestan por la competitividad, colaboración, planificación, creatividad, innovación y sostenibilidad, para solucionar problemas que van, desde el tipo y uso del transporte público, al consumo eficiente de energía, áreas verdes y hasta la interconectividad de los servicios públicos de manera remota, pero todo lo anterior, con una mayor participación ciudadana de carácter inclusivo.
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