
Por: Ian Sutherland, Fundador y CEO de Swappi.
Hay oficios que se eligen y otros que te eligen. Ser administrador de edificios pertenece a los segundos. No hay manual que te prepare para la mezcla de liderazgo, paciencia y empatía que exige este trabajo. No se trata solo de mantener un edificio en pie, sino de mantener un ecosistema humano funcionando, todos los días, entre ruidos, reclamos, urgencias y silencios.
Por años, la industria los empujó a la sobrevivencia: jornadas eternas, planillas sin fin, problemas que se repiten y una sensación constante de que el día nunca alcanza, pero algo está cambiando. El futuro no está en resistir más, sino más bien, en reivindicar el propósito de administrar, que se traduce en cuidar a las comunidades.
Dicho todo esto, hay que convencerse que la tecnología no viene a reemplazar al administrador, viene a devolverle la libertad de ejercer su rol más humano. Datos recientes de ComunidadFeliz y Swappi, han dado cuenta de que con más de 2.000 comunidades analizadas, la muestra da señales claras de que la digitalización permite reducir hasta un 70 % del tiempo operativo y elevar en un 45 % la satisfacción de los residentes.
Pero lo realmente importante no está en los números: está en lo que esas horas liberadas permiten hacer, como lo sería: escuchar, planificar, anticipar, eseñar y liderar. El gran error es creer que un software viene a quitarnos el trabajo y no a transformarnos. Le quita peso a lo repetitivo y lo traduce en tiempo para lo esencial. La tecnología limpia el ruido para que vuelva a escucharse la voz del propósito.
El desafío hoy no es técnico, es cultural. Todavía más del 50 % de las administraciones opera con planillas y WhatsApp. No por falta de herramientas, sino por miedo a perder el control, pero en realidad lo que se gana es mucho más poderoso, ya que con la tecnología indicada se puede conseguir claridad, confianza y comunidad.
En resumen, es fundamental tener una panorámica de que administrar no es cuadrar gastos ni apagar incendios, es construir confianza todos los días, piso por piso, persona por persona y la tecnología solo allana el camino. Llegar a automatizar ciertos procesos sólo da más espacio para que el alma siga siendo humana.