
Por: Diego Hernández, gerente general de Edifito.com
Administrar un condominio no es lo mismo en todos los contextos. Cambian los escenarios, los desafíos y, sobre todo, las expectativas de quienes lo habitan. Sin embargo, hay un punto en común que atraviesa todos los segmentos socioeconómicos: la morosidad.
En condominios de sectores altos, los conflictos suelen girar en torno a la calidad del servicio, los estándares de mantención o la comunicación con la administración; en cambio, en sectores medios y bajos —incluyendo viviendas sociales—, las principales tensiones se concentran en la falta de recursos, las dificultades para financiar la mantención y la convivencia. Pero, en ambos extremos, la morosidad se mantiene como un fenómeno transversal que refleja no solo la capacidad de pago, sino también, el nivel de organización y empatía dentro de una comunidad.
Los gastos comunes, cada vez más presionados por la inflación y el alza en servicios como la energía o el gas, seguirán aumentando. A ello, se suman factores estructurales que impactan en todos los estratos como los ajustes del salario mínimo o la implementación de la jornada laboral de 40 horas. Estos elementos no discriminan por nivel socioeconómico, todos influyen en mayor o menor medida y en el cumplimiento de los compromisos financieros de las comunidades.
En ese escenario, el desafío para administradores y comités no pasa únicamente por aplicar restricciones o estipular normas en los reglamentos. La verdadera gestión preventiva está en mantener informados a los residentes, promover la transparencia en el uso de los recursos y generar una cultura colaborativa que incentive el pago oportuno. No se trata de ejercer presión, sino de construir conciencia respecto de lo que implica el no pago para el resto de los vecinos: menos mantención, más deterioro y, finalmente, una convivencia más frágil.
Cabe preguntarse entonces: ¿cómo pueden los administradores mitigar los riesgos de morosidad en comunidades que históricamente han tenido buenos índices de pago? ¿Cómo levantar alertas tempranas cuando un copropietario acumula dos gastos comunes impagos? En este punto, la gestión no puede ser reactiva sino anticipatoria. La administración moderna requiere herramientas de seguimiento, diálogo constante con el comité y una mirada que combine empatía con firmeza.
En definitiva, la morosidad no distingue barrios ni torres. Lo que cambia es el enfoque con que cada comunidad la enfrenta. En tiempos de inflación persistente y costos crecientes, el rol de los administradores y comités cobra más relevancia que nunca: mantener el equilibrio entre las finanzas, la convivencia y la confianza mutua. Porque solo cuando la gestión se hace en colaboración y la vida en comunidad logra sostenerse más allá de los números.