Por: Álvaro Ricardi Mac-Evoy. Socio Fundador SPM, director CGAI y de Cigsa Chile.
Desde el punto de vista de un administrador los cambios más complejos en la estructura de un Edificio a nivel administrativo, son los cambios de comité.
Este cambio normalmente conlleva una adecuación del ritmo de trabajo que llevas con el equipo anterior, una confianza construida que permite fluidez en las tareas y gestión. Lo que a su vez, genera mucha fricción al comienzo arriesgando tu continuidad como encargado de la administración.
Los comités normalmente están conformados por personas que no son conocedores del rubro inmobiliario en general ni tienen alguna carrera afín, lo que complica sobremanera, ya que suele generar cuestionamientos o contratiempos de decisiones de menor importancia, en comparación a otras que sí son de competencia de dicho comité y que requieren de la observación y consenso de este.
Por su parte, hoy la nueva Ley de Copropiedad pone desafíos de profesionalización para los administradores, obligándolos a capacitarse y rendir prueba de que cumplen con los requisitos mínimos para ejercer esta función, pero no existe ningún apartado que indique de la necesidad de capacitación o de alguna exigencia para integrar un comité de administración, ni tampoco, para asumir la responsabilidad de lo que eso conlleva para lograr una buena conducción de un edificio y liderar con éxito una comunidad.
El rol fundamental que juega el comité tanto en la relación hacia los residentes y el personal, por ser intermediario con la administración, debería ser confiar y apoyar a quién se le entregó las riendas del edificio y quién debería ser su consejero en la toma decisiones, así como también su brazo derecho.
Ser comité no es una tarea fácil, por lo demás es bastante ingrata, pero cumple un rol fundamental que es el de ente fiscalizador sobre el del administrador, por ende, es un tomador de decisiones ejecutivas y apoya a su persona de confianza en su actuar. Ese al menos, sería el ideal para tener una gestión exitosa frente a la comunidad.
Asimismo, un buen comité no se conforma con ser quién más reclama o jugar al rol del más amigo de la comunidad o de parte de ella, ya que un buen comité entiende que el edificio es una empresa que tiene una jerarquía, por lo que debe confiar en su administrador y apoyarlo en su gestión; confiar en su criterio y opinión profesional; dejarse asesorar y compartir su opinión de manera respetuosa.
Un comité serio entiende el rol de administrador como un prestador de servicio y no lo reduce a la función de un mayordomo de libre disposición.
Por lo mismo, quizás el desafío futuro está en lograr preparar a los edificios y sus residentes para ser comité, para que sepan llevar una empresa con la altura de mira como lo haría un directorio, para que así como se pide profesionalismo a quien administrará, también la contraparte pueda hablar el mismo idioma y ser una pieza propositiva que logre exigir y aportar.
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