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24 octubre, 2024 /

En la innovación pierden los gigantes egoístas

Por: Diego Rodríguez Correa, Director de Innovación, www.ProptechLatam.com.

Cada día veo más empresas que se atreven a hablar de innovación, un concepto extremadamente práctico que no existe en una literatura exacta o receta de implementación, por lo que cada empresa que se embarca en este camino cuenta con su propia definición.

Desde mi expereincia, siendo un convencido y precursor de que la innovación debe ser una obligación estrategica en la cultura de toda compañía, independiente de su rubro, historia o dimensión, me llama la atención que aún exista ciertas tesis en donde aún hay una negación de abrir puertas a la colaboración con terceros, aferrándose a que la experiencia del pasado asegura el éxito del futuro y que se está mejor solos que acompañados.

Y es que quién tuvo la oportunidad de ir a alguna charla relacionada, habrá escuchado mas de una vez las historias de los tan golpeados Kodak o Blockbuster. Comparto que falta precisamente innovar y darle tregua a estos dos, pero la evidencia muestra que estos son casos donde la apertura a la colaboración pudo haber cambiado, aunque sin certeza exacta, el desenlace de estas marcas llamadas en su momento líderes de mercado y que hoy son el contexto de las alguna vez consideradas startups como Instagram o Netflix. No hace falta citar otro cuento de un tal llamado Goliat.

No obstante, hay optimismo gracias a múltiples ejemplos de empresas que hace tiempo entendieron los beneficios de la colaboración; organizaciones que apuestan por modelos en donde la suma del apreciado win win, realmente se reparte entre 2 y sinceran sus propias limitaciones en pro de buscar complementarse para seguir mejorando.

De las múltiples estrategias de colaboración, la que más me gusta por su transversalidad es la llamada Venture Client. Este modelo busca incorporar soluciones a partir de startups en donde la relación es más profunda que Cliente-Proveedor. La startup provee agilidad, creatividad y capacidad de innovar, mientras que la empresa dispone de recursos, experiencia de mercado y contactos.

Este modelo se puede adaptar independientemente del contexto o grado de incorporación de tecnología e innovación. Las empresas que están explorando la materia pueden experimentar a un bajo costo y riesgo, mientras que las que han logrado un estado de madurez mayor, les permite seguir ampliándose sin necesidad de aumentar equipo especializado o asignarle foco, en ocaciones, a oportunidades no estratégicas para el core business.

En definitiva, verdadera innovación exige desprenderse de miedos y ser consiente del propósito, así como necesita vivir un proceso propio más sostenible. Las empresas que impulsan la innovación deben enfrentarse a un cambio de mindset en donde la agilidad y adaptación son virtudes que fomentan un roadmap de largo plazo, sabiendo convivir con éxitos y fracasos, metodologías y fases de resultados como de exploración e ideación.

Así es, todo esto para explicar que el factor a relevar es el humano, uno en donde los equipos deben contar con las herramientas necesarias y la suficiente autonomía para atreverse a experimentar, siendo un atributo de la compañía y no sólo de unos pocos. La verdadera innovación invita a colaborar y generar sinérgias con el ecosistema, a seguir siendo un gigante pero para nada egoísta.

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