
Por: Claudia Petit, constructor civil; presidenta Colegio de Constructores; y fundadora MUCC, Mujeres en Construcción.
En estos días hemos sido azotados por graves crisis climáticas a nivel mundial y, en lugar de escuchar criticas constructivas, cada vez más salen nuevos supuestos especialistas recriminando diariamente en público, sobre temas bastante técnicos. Lo grave es que gran parte de las veces, hablan desde el desconocimiento o desde la parcialidad de su especialización.
Ojalá se entendiera que la fama no puede con todo ni correspondería, tampoco. Si bien tenemos nuevos desafíos que deberemos enfrentar, hoy hablaremos de lo que ya existe, de lo que está y de lo que eventualmente podríamos estar perdiendo.
En construcción se realiza un diseño, se aprueba y se ejecuta. Sin embargo, el proyecto no muere allí, su vida útil y de cualquier tipo de edificación, merece un cuidado reactivo y preventivo del que nadie habla y que es invisible.
Así, el proyecto esta sometido a exigencias, al uso, la acción climática y sísmica. Un costo que se traduce en algo permanente y periódico, que muchas veces es considerable y necesario, esto es el mantenimiento. El mismo que permite el ahorro posterior cuando se realizan obras de reemplazo o intervenciones mucho mas costosas; así como también, cuenta con un menor impacto medioambiental y una puesta en servicios mas confortables y duraderas para la sociedad.
Todo lo mencionado son los tres pilares de la sostenibilidad. Un costo omitido en un sistema que busca cortar cintas e inauguraciones, pero que no renta en forma inmediata, dado que no se puede traspasar esta relevancia por carencia cultural, por lo que no se comunica ni se entiende, o al menos, se evita hablar de ello por lo poco popular del tema.
Por tanto, es fundamental establecer un valor significativo de servicio y vida útil en diversas áreas, que permitan el buen desempeño de la inversión, como por ejemplo: en la infraestructura de conexión, puentes caminos y ferrocarriles (como se recuerda de los años en la universidad).
Igualmente relevante es considerar el mismo valor en la construcción de jardines infantiles, escuelas, colegios y universidades; consultorios y hospitales; instalaciones de FFAA y Carabineros, instalaciones de oficinas municipales de todo tipo, y asimismo; en instalaciones en las fachadas, cubiertas, redes, revestimientos, entre otros.
Otro punto a considerar es el pavimento en las obras viales y redes de conexión. Evidentemente se asocia al cuidado de las bases, taludes y/o cepas, ya que la vegetación requiere de mantenimiento en áreas con pendientes o enrocados en obras fluviales.
Todo este conjunto interdisciplinario y especializado, debería estar a cargo de profesionales íntegros y preocupados del futuro y de las implicancias graves que esto tiene para el país.
En la propiedad privada la responsabilidad recae en sus moradores (usuario) y en los espacios públicos, es el Estado o la entidad a cargo de cada uno de los proyectos, quién debía garantizar la exigencia de planes de mantenimiento, puesto que requieren de un presupuesto y una planificación considerable.
Ahora, la responsabilidad en las instituciones educacionales debería recaer en profesionales especialmente formados y totalmente capaces de discernir de lo político, para que ante las emergencias, prime el construir con una mirada a largo plazo que logre resolver de forma planificada.
En verdad, hacen falta profesionales idóneos para rechazar o permitir edificaciones en todas las esferas. Articular soluciones y reconocer limitaciones de conocimientos que permitan formar equipos especializados.
Por último, hago un llamado a los medios a tomar consciencia y a no seguir transformando en opinología, las situaciones altamente técnicas, sobre todo en los casos de catástrofes, ya que Chile cuenta con profesionales del más alto nivel que pueden responder con mayor certezas las dudas de la ciudadanía.