Por: Vilma Pérez, Líder de Sostenibilidad, Arcadis Chile
El hidrógeno verde (H2V) representa una de las oportunidades más atractivas con miras a la descarbonización de la matriz energética global, como vía para abordar el cambio climático de manera diferente.
La estrategia nacional para impulsar esta industria es ambiciosa: se espera que Chile tenga 5 GW de capacidad de electrólisis en desarrollo para 2025, genere el hidrógeno verde al mejor precio en el mundo en 2030 y esté entre sus tres principales exportadores en el mercado global a 2040. Veinte años para asumir el liderazgo mundial y levantar una industria que proyecta ser del tamaño actual de la gran minería.
Evidentemente esto no sólo impone retos desde el punto de vista técnico, sino también, de triple impacto: sociales, ambientales y económicos. El desarrollo del hidrógeno verde en Chile –que apunta en síntesis, al mejor precio y a gran escala para exportarlo– abre beneficios, oportunidades y también desafíos. Y como cualquier industria, se deben abordar sus riesgos e impactos responsablemente.
Y es que si éstos no se gestionan de manera correcta, la transición energética global que protagonizará el hidrógeno verde producido en Chile podría desaprovechar la oportunidad única de desarrollar además en nuestro país una industria ejemplar, con estándares acordes a las expectativas de la sociedad, en base a la tremenda ventaja que representa estar en medio del nacimiento de un nuevo motor productivo.
En este sentido, la planificación socio ambiental temprana de las tres macrozonas que definió la estrategia nacional y en paralelo de cada proyecto que se desarrolle en ellas, será esencial.
Para esto Chile dispone de las condiciones geográficas y ambientales para impulsar una generación a gran escala, pero en los tiempos actuales, hace falta algo más que una buena oportunidad comercial para garantizar el éxito.
La relación transparente con las comunidades, la protección de la biodiversidad, la construcción de infraestructura resiliente ante las amenazas climáticas, la cooperación y participación de muchos actores junto a la generación de desarrollo endógeno, surgen como algunos de los principales retos a resolver.
Si bien la regulación ambiental en el país se ha fortalecido en los últimos años, la gestión estratégica de los planes para esta industria y los proyectos que la harán posible, requerirán ir un paso por delante en la adecuada detección y gestión de potenciales beneficios, riesgos y externalidades, tarea en la cual las autoridades regionales y comunales serán un pilar central.
Por su parte, las empresas que liderarán este proceso deberán desafiarse a actuar con la mayor proactividad en el diseño de sus futuras operaciones, tomando los aprendizajes de otras industrias a nivel local y de iniciativas similares ya ejecutadas en otras partes del mundo. De esto dependerá que podamos hacer realidad este esperanzador objetivo país.
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