
De hecho, el cambio de paradigmas en el comportamiento de los compradores de vivienda refleja una transformación significativa en la manera en que se percibe la propiedad. Cada vez más, los consumidores buscan un lugar momentáneo que puedan solventar, en lugar de pensar en una inversión a largo plazo que les otorgue la casa propia soñada para toda la vida, como era antes. Este enfoque ha llevado a un cambio en las expectativas y en las decisiones de compra, que ha impactado directo en el sector inmobiliario.
Por otra parte la ubicación sigue siendo un factor determinante en el mercado inmobiliario. Por ejemplo, las zonas metropolitanas, particularmente Santiago, siguen atrayendo una gran parte de la inversión inmobiliaria, lo que ha llevado a un crecimiento vertical (edificios de gran altura) y un aumento en la oferta de departamentos, pero existe cada vez más, los movimientos hacia la periferia de las ciudades, donde las propiedades suelen ser más asequibles, aunque esto también depende de la infraestructura de transporte y servicios públicos.
Sumado a todo lo anterior, el equilibrio entre oferta y demanda es fundamental para determinar los precios y el flujo en el mercado inmobiliario, así como el marco regulador y las políticas gubernamentales también juegan un rol significativo, lo hemos repetido e varias editoriales anteriores, porque dado la compleja realidad, las inmobiliaria se han visto en la necesidad de adaptarse para beneficiar a los compradores y elevar sus estándares, promoviendo una cultura de confianza y responsabilidad que puede llevar a una mejor salud a largo plazo del mercado, pero la resiliencia tiene un límite siempre.