La restructuración de la deuda y la mejora en los servicios de la ciudad, bajaron la criminalidad, permitieron revitalizar la escena cultural y atraer nuevos negocios.
Por Leonardo Nuñez
En julio de 2013 todo era calamidad en la ciudad de Detroit, estado de Michigan (Estados Unidos). Sus autoridades la declararon oficialmente en quiebra, su población se redujo de 1,8 millones de habitantes (1950) a menos de 700 mil.
Los delitos violentos eran cinco veces superiores a la media nacional. Y su base industrial estaba destrozada por su dependencia de las fábricas de automóviles, que no pudieron sobrevivir a la competencia de mercados extranjeros (algo parecido ya les había ocurrido en la década de 1970 con la crisis del petróleo y los autos japones de baja cilindrada).
Fue el punto final de una larga agonía. En 2011 ya más de un tercio de los residentes vivían por debajo del umbral de pobreza, el 40% de los postes de luz no funcionaban y 210 de los 317 parques de la ciudad estaban cerrados. Se llegaron a contabilizar 80 mil casas abandonadas post crisis subprime. Dos años después, a nadie le extrañó que se convirtiera en la ciudad más grande de Estados Unidos en declararse en quiebra.
Hoy, sin embargo, sus principales barrios lucen renovados y los turistas volvieron. Y no son pocos los urbanistas chilenos que la ponen como ejemplo para recuperar las principales zonas de las ciudades del país hoy afectados por el vandalismo, el daño al patrimonio y la delincuencia.
La consultora estratégica EY, que contribuyó con el desarrollo de varios proyectos en la cuidad en su peor momento, sostiene en sus análisis sobre Detroit que fue clave en su recuperación la restructuración de la deuda y la planificación para reinvertir los recursos que fueron acumulando. El desarrollo del Plan de Ajuste de Deudas de la Ciudad incluyó proyecciones financieras a 10 y 40 años.
“Ello fue vital para permitir que Detroit volviera a entrar en los mercados de deuda municipal y proporcionó el superávit presupuestario necesario para que la ciudad invirtiera en su futuro”, concluye la consultora.
Lo que vino a continuación fue invertir en los servicios de la ciudad. “La reestructuración financiera nos ha permitido hacer grandes inversiones en seguridad pública, eliminación de plagas, mejoras tecnológicas y otras áreas críticas. Para llevar adelante este progreso, hemos inculcado un nuevo sentido de disciplina fiscal”, suele recordar Mike Duggan, alcalde de Detroit desde 2014.
Otro aspecto clave fue la revitalización de la escena cultural. “Los artistas locales se apropiaron de los espacios abandonados para crear galerías de arte y estudios creativos. Además, eventos como el Festival Internacional de Arte de Detroit, atrajeron la atención de visitantes de todo el mundo. Estos esfuerzos artísticos ayudaron a reactivar la ciudad y atraer nuevos talentos, estableciendo una identidad cultural única”, sostiene el periodista Alejandro Carreño que realizó un análisis en marzo pasado sobre la urbe para el “Heraldo de Puebla”.
Incluso surgieron ONG como Write a House, un proyecto sin fines de lucro que compra y renueva viviendas embargadas con fondos de financiación colectiva, para que sean habitadas por escritores jóvenes para que se radiquen en los barrios. Sólo se les exige que se comprometan a vivir en las propiedades dos años como mínimo y que paguen el seguro y los impuestos. Además, de organizar jornadas de lecturas literarias con residentes locales.
El descenso de la criminalidad atrajo a más turistas e inversores. Y la innovación tecnológica puso sus ojos en sus barrios. Emergieron las startups y empresas con diferentes servicios que contribuyeron a la creación de empleo. De esta manera, la ciudad diversificó su economía más allá de la industria automotriz.
Todos ingredientes con los que aún cuenta la Región Metropolita y, particularmente, el centro de Santiago, y que hoy están en riesgo por la delincuencia y el vandalismo a nuestro patrimonio.