
Las fallas geológicas activas del tipo inversa, ocurren en zonas de compresión donde la presión empuja las capas de tierra una sobre otra. Las fallas inversas son comunes en áreas donde se encuentran montañas y cordilleras, como lo sería en la Falla de San Ramón. Su desplazamiento provoca que los bloques se muevan de tal manera que una parte se eleve sobre la otra.
Esta falla inversa poco profunda, de inclinación moderada y que golpea hacia el suroeste o noreste, no ha descargado energía hace aproximadamente 8.000 años y, dado que ninguna de las comunas que colindan con esta, tienen regulada la condición de vivir en dicha falla, surge la inquietud sobre qué pasaría ante un eventual terremoto.
De cara al nuevo Plano Regulador de Santiago que prohibirá construir sobre ella, la pregunta de qué pasará con el otro 55% de la superficie hoy construida en las últimas cuatro décadas y no regulada con la nueva normativa, se vuelve algo orgánico.
Los cambios para la RM con el nuevo Plan Regulador, establecen medidas de prevención basadas en lo fundamental: el conocimiento científico con miras a políticas sostenibles, pero no responden de manera retroactiva a lo ya construido.
Considerando que esta Falla abarca Lo Barnechea, Vitacura, Las Condes, La Reina, Peñalolén, La Florida, Puente Alto y Pirque, y que dentro de las comunas más afectadas estarían cinco de ellas en caso de sismo, siendo las mismas muy relevante para el crecimiento exponencial de la Región Metropolitana, no deja de provocar incertidumbre en el sector respecto a cómo será el convivir mitad del territorio con una regulación de hace 30 años y otra con una actualizada en una falla activa.
Por otra parte, esperemos que la innovación permita que el nuevo PRMS sea un paraguas con restricciones criteriosas respecto a la constructibilidad alrededor de la falla y no se transforme en una piedra de tope que termine prohibiendo nuevas construcciones habitacionales a lo largo de la Falla de San Ramón, deteriorando aún más el desarrollo inmobiliario.