Un análisis sacado por Colliers hace poco, dio a conocer la relación de cuánto debe demostrar que percibe una persona tanto para arrendar como para comprar dentro de la Región Metropolitana. Un ejercicio fundamental que da cuenta del balance entre cuánto gana alguien y cuánto puede pagar, pero que se complejiza cuando se calcula que la renta mínima solicitada para optar a cualquiera de las dos opciones, es alrededor de los $1.300.000.

Complicado panorama si según datos el ingreso laboral promedio de la población ocupada en el país fue de $826.535 neto mensual, mientras sólo un 23,6% de personas ocupadas recibió ingresos mayores o iguales a $1.000.000 y un 2,8% percibió ingresos mayores o iguales a $3.000.000, con una brecha de -23,3% en el ingreso medio en desmedro de las mujeres, según la Encuesta Suplementaria de Ingresos (ESI) 2023 del INE.

Volviendo al informe de Collier, se identificó que para un trabajador que percibe un sueldo de $1.200.000, su oportunidad de la casa propia se reduce sólo a una vivienda de unos 30 metros cuadrados, con un canon de arriendo de 8UF  ($304.000 aproximadamente), ubicadas en las comunas como La Florida.

Si bien no existe una cifra exacta y públicamente disponible, que compare directamente el ingreso promedio de los chilenos con el número de personas que ganan el mínimo para optar a una casa propia en Chile, puesto que el ingreso promedio puede variar dependiendo de la fuente (INE, encuestas privadas, etc.) y la metodología utilizada, así como también los criterio de financiamientos no son todos iguales, ya que los crédito hipotecario según la institución financiera van cambiando y, por ende, un umbral único entendido como el “mínimo” es relativo.  Aún así, no dejan de impactar los hallazgos.

Colliers plantean que “el problema principal, es el aumento de precios de la construcción, el aumento de la tasa de interés, a pesar de la tendencia a la baja de la tasa de crédito hipotecario, ésta sigue siendo muy superior a los años 2018 – 2019, en un contexto de remuneraciones reales que se mantienen estables… así como la percepción económica de las personas y de las empresas, que se mantienen en terreno negativo, lo que ha llevado a muchas a muchas personas a optar por arrendar en vez de comprar”.

Un paisaje incierto, por cierto, pero esperemos que no irreversible. Insistimos en mancomunar los esfuerzos del sector público-privado y la banca, para revisar las veces que sean necesarias, la oportunidades de reactivación del una industria que como bien sabemos, no sólo responde a satisfacer una necesidad básica como lo es la vivienda, sino que además sostiene buena parte de la fuerza laboral del país.