Por: Laura Iaconi, coordinadora AICE Mujer, ingeniera civil estructural Universidad de Valparaíso.
Cada vez que celebramos algún hito relacionado con la mujer en la ingeniería, volvemos a mirar hacia atrás para entender por qué elegimos este camino. Para muchas de nosotras, fue una decisión que implicaba mucho más que optar por una carrera: fue abrirnos paso en un territorio históricamente masculino, convencidas de que teníamos algo que aportar.
Quiénes ejercemos la ingeniería estructural sabemos que nuestro trabajo tiene impacto real en la vida de las personas. En un país sísmico como Chile, cada cálculo y cada diseño pueden significar salvar vidas. Esa responsabilidad es, al mismo tiempo, nuestro mayor motor. Por eso, debemos trabajar para que la calidad de los proyectos estén siempre a la altura de los más altos estándares y que nuestras decisiones técnicas, contribuyan a una sociedad más segura y resiliente.
Pero no basta con la excelencia técnica. Las mujeres ingenieras sabemos de barreras visibles e invisibles: ser la única mujer en una sala llena de hombres, compatibilizar familia y trabajo, demostrar que merecemos estar donde estamos. A veces, la mayor lucha es con nosotras mismas, cuando el síndrome del impostor intenta convencernos de que no somos suficientes.
Y aun así, aquí estamos. Lideramos proyectos emblemáticos, impulsamos cambios normativos, inspiramos a nuevas generaciones. Resistimos y avanzamos, convencidas de que la ingeniería no tiene género, pero sí propósito: transformar, innovar y construir mejor.
Es tarea de todos visibilizar estas historias, conectar a ingenieras de distintas generaciones y aportar a un sector donde la inclusión no sea un discurso, sino una realidad. Queremos más mujeres en cargos de decisión, más referentes técnicos y más espacios de confianza donde podamos compartir experiencias y desafíos.
Nuestra historia como gremio demuestra que la colaboración da frutos: desde impulsar la Ley de Revisión de Proyectos Estructurales, hasta convertirnos en un referente técnico y ético. Hoy, ese mismo espíritu debe guiar la conversación sobre diversidad e inclusión. Necesitamos estructuras seguras, sí, pero también espacios laborales donde cada talento —independiente de su género— pueda desarrollarse y aportar.
Por eso, no solo celebramos a las mujeres ingenieras. Celebramos nuestras decisiones, nuestras batallas y los sueños que aún nos quedan por construir. Porque abrir el camino es más fácil cuando lo hacemos juntas.
