Por: Felipe García Bunster, director de Tinsa para Cono sur
“En febrero de 2010, la abogada Viviana Martínez estaba decidida a comprar un departamento en el edificio ‘Emerald’ de la Inmobiliaria Paz, ubicado en Irarrázaval con Exequiel Fernández, en plena comuna de Ñuñoa. Alcanzó a visitar un departamento piloto, pero sus planes se paralizaron. Vino el terremoto y el edificio, que a esa fecha había vendido 162 unidades, de un total de 231, fue declarado inhabitable por el Municipio de Ñuñoa. Este detectó daños en los ejes estructurales del subterráneo y obligó a la evacuación de la torre A, de 19 pisos”. Así inicia una nota de prensa del diario La Tercera de enero del 2012.
Lo ocurrido recientemente en las dunas de Reñaca con la aparición de diversos socavones, producto de las intensas lluvias de los últimos dos años, nos trae a la memoria lo sucedido con algunos edificios tras el terremoto del 2010. Al igual que los tres proyectos afectados por los socavones en 2010, tres edificios en Santiago fueron declarados inhabitables debido a los daños estructurales provocados por el terremoto. Uno de ellos fue el edificio ‘Emerald’ de Ñuñoa.
¿Es realmente comparable un terremoto con la aparición de socavones? Aunque ambos son fenómenos naturales; ¿eran igualmente inevitables?. Es un hecho que un terremoto es inevitable, pero la aparición de socavones, especialmente en Viña del Mar, es discutible a vista de los antecedentes públicamente expuestos.
Un hilo común es que los daños era evitables en ambos casos, aunque por razones distintas: Tanto por refuerzos de borde, ya que los daños estructurales en algunos edificios tras el terremoto ocurrieron, porque entre otros aspectos la normativa antigua no contemplaba refuerzos de borde, lo que impedía que las enfierraduras se estiraran y volvieran a su posición original, según declararon algunos ingenieros estructurales de la época.
Y la otra razón es por recolectores de aguas lluvias, puesto que en Viña del Mar, el consenso hasta ahora entre los expertos, es que los socavones se deben al mal estado de los recolectores de agua, que no están preparados para fuertes lluvias, especialmente considerando el incremento de la actividad inmobiliaria en el sector.
¿Cuáles serían las soluciones posibles?, en ambos casos: la aplicación de nuevas especificaciones, donde los daños estructurales ocasionados por el 27F fueron reparados según las nuevas normativas. En 2019 el vicepresidente del Colegio de Ingenieros afirmó que, “los proyectos de rehabilitación de esos edificios entregan un nivel de seguridad suficiente para sus habitantes ante una nueva emergencia”.
Y la mejora de la urbanización, que tal como asegura el Sernageomin, los edificios ubicados en el campo dunar de Concón están fundados sobre roca sólida, no sobre arena, por lo que no presentan riesgo. Sin embargo, la infraestructura circundante, particularmente las redes de agua y alcantarillado, está en arena, en una zona con riesgo permanente de remoción de masa. La recomendación de la entidad es que “los colectores tengan un sistema robusto y sobredimensionado para evitar colapsos en caso de lluvias intensas”.
La existencia de soluciones y la capacidad de reparación de los daños provocados por los socavones, son cruciales. Los edificios dañados por el terremoto del 2010 permitieron identificar fallas y realizar reparaciones bajo nuevos estándares técnicos. Esto no solo evitó posibles tragedias humanas, sino también una pérdida de valor en el mercado de los departamentos que componían estos edificios.
Todos fueron recolocados exitosamente en el mercado, beneficiando directamente a los habitantes y propietarios. Algunos edificios incluso conservaron sus nombres originales, informando al mercado sobre las reparaciones y nuevas certificaciones, mejorando sus estándares técnico-estructurales previos al terremoto.
La tragedia en Viña del Mar debe ser reparada y, más importante aún, mitigar posibles consecuencias a futuro. No deberíamos haber esperado que ocurrieran estos socavones para darnos cuenta, pero ahora, es esencial detectar los errores y corregirlos, reparar los daños y asegurar que las personas que viven en este sector se encuentren fuera de todo riesgo y, además, recuperen sus propiedades en el más amplio de los sentidos.