
La falta de respuesta, el trato inadecuado y la ausencia de soluciones rápidas se posicionan como las principales razones de descontento.
Por: Tomás Rodríguez Botto
El arriendo se ha convertido en la vía predominante para miles de hogares chilenos. En dos décadas, el país registra cerca de un 10% más de viviendas ocupadas por arrendatarios, según el último Censo. A ello se suma que los arriendos han subido alrededor de un 18% durante 2025, según datos de Portal Inmobiliario.
Con esta combinación de presión económica y dependencia del mercado del arriendo, surge un fenómeno que expertos han denominado como los “arrendatarios crónicos”: personas que, por condiciones estructurales, no esperan acceder a una vivienda propia en el corto o largo plazo.
Sin embargo, y a pesar del peso que el arriendo tiene sobre el presupuesto familiar, la calidad del servicio sigue siendo uno de los puntos más débiles del mercado.
“Esta tendencia es cada vez más común y con ella vienen otros desafíos. Históricamente, el arrendatario paga el 30% de sus ingresos o incluso más en vivienda, sin embargo, el trato que recibe no está acorde al pago de un servicio, y es algo que no se ha considerado, el arrendatario es un cliente y muchas veces no es tratado como tal”, señala Roberto Anrique, experto inmobiliario y CEO de Breal.
El informe Ipsos Housing Monitor 2025 muestra que solo el 39% de los arrendatarios se declara satisfecho con su vivienda actual, un dato que contrasta con el aumento de los precios y evidencia un deterioro en la experiencia del inquilino.
Para Anrique, el origen del problema está en la baja calidad del servicio: “El arriendo es un servicio de primera necesidad y consume una parte mayoritaria del ingreso de una persona o familia, sin embargo, es común observar que es un servicio deficiente y con falta de respuestas oportunas de parte del arrendador o administrador de la propiedad”.
Entre las principales causas de insatisfacción, el especialista identifica demoras en la resolución de problemas, escasa comunicación y una actitud poco empática por parte de administradores y propietarios, lo que genera una relación frágil y llena de fricciones.