El punto de quiebre se produjo en abril, cuando el Presidente Donald Trump implementó una nueva ola de aranceles comerciales globales.
Por Leonardo Núñez
Con la inflación en retroceso, las tasas hipotecarias bajando y con una economía que mostraba signos de solidez, todo indicaba que a principio de este año se produciría en Estados Unidos la anhelada reactivación del mercado inmobiliario.
De hecho, en abril, la oferta de viviendas alcanzaba su nivel más alto desde enero de 2020, abriendo la esperanza de una recuperación. Sin embargo, lo que parecía el inicio de un nuevo ciclo terminó desmoronándose rápidamente.
El punto de quiebre llegó el día 2 de dicho mes, cuando el Presidente Donald Trump implementó una nueva ola de aranceles comerciales globales, lo que según el análisis de distintos expertos al New York Times, resultó una medida fatal para este sector de la economía. Esto, debido a que impactó de inmediato en los mercados financieros y desató el temor a una recesión.
Como consecuencia, las tasas hipotecarias se dispararon nuevamente, alcanzando un 6,89 % a fines de mayo, su nivel más alto desde febrero. La volatilidad espantó a los compradores justo cuando estaban regresando.
“El ambiente es de nerviosismo”, indicó Daryl Fairweather, economista jefe de Redfin. “Comprar una casa hoy parece más riesgoso que nunca, sobre todo si hay dudas sobre la estabilidad laboral a corto plazo”. El temor a perder el empleo y los crecientes costos de hipotecas, seguros e impuestos están paralizando a los compradores, incluso en zonas donde los precios han bajado, como Austin, Texas.
A pesar de que hay más inventario disponible, el mercado no se ha reactivado. “Es demasiado poco, demasiado tarde”, señaló, por su parte, Selma Hepp, de Cotality. En 2024, se registró el menor número de ventas de viviendas desde 1995, y 2025 va camino a ser aún peor. En abril, las ventas cayeron un 2% respecto al mismo mes del año anterior, mientras que los precios siguieron aumentando por vigésimo segundo mes consecutivo.
Una de las razones del estancamiento es que muchos vendedores no están dispuestos a bajar los precios. Cerca del 60% de los propietarios tienen hipotecas con tasas inferiores al 4%, y vender significaría cambiar esas condiciones favorables por otras mucho menos atractivas. Esto ha generado un fenómeno sin precedentes: los propietarios prefieren retirar sus viviendas del mercado antes que vender a la baja.
A esto se suma un problema estructural: la falta crónica de viviendas nuevas desde la crisis hipotecaria de 2008. Aunque ciudades como Austin han impulsado la construcción —con más de 100.000 viviendas unifamiliares entre 2020 y 2024—, la oferta aún no es suficiente para equilibrar el mercado ni moderar los precios.
El mercado, en resumen, se encuentra atrapado: compradores paralizados, vendedores inmóviles, y una economía que no ofrece certezas. “Es un mercado congelado”, resume Eric Bramlett, agente inmobiliario de Austin. La esperada reactivación se ha transformado, al menos por ahora, en una nueva etapa de incertidumbre para Estados Unidos. Y para gran parte del mundo.