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22 julio, 2025 /

El incendio que volvió a encender las alarmas patrimoniales

Por: Nuria Chiara Palazzi, Académica e investigadora UNAB y Cigiden; y Pilar Baquedano, Académica UNAB y Directora de Icomos.

El incendio ocurrido en el edificio Plaza de Armas es un siniestro urbano símbolo reciente del deterioro estructural, normativo y social que afecta al patrimonio arquitectónico de Santiago. Este inmueble —obra maestra del movimiento moderno chileno diseñada por Sergio Larraín, Emilio Duhart, Jaime Sanfuentes y Asociados en 1954— albergaba en su interior el mural Terremoto, de Nemesio Antúnez. Hoy, parte de esa memoria cultural está en riesgo irreversible.

Más allá del daño físico, lo que arde es la negligencia sistemática. Instalaciones eléctricas obsoletas, una total falta de compartimentación para contener el fuego, rutas de evacuación obstruidas o inhabilitadas, y red de agua contra incendios con grifos inoperantes. Todo esto es evidencia de una falla estructural en la gestión del riesgo que no corresponde a un caso aislado, por lo contrario, se trata de una realidad común a muchos edificios patrimoniales del centro.

A lo anterior se suma que en Chile no existe aún una verdadera cultura de evacuación. La mayoría de las personas solo ha vivido simulacros escolares y las nuevas exigencias de la Ley de Copropiedad Inmobiliaria, rara vez se implementan en serio. La prevención se posterga hasta que ocurre la tragedia. Como ocurrió aquí.

¿Quién es responsable? La ley establece que la conservación patrimonial recae en los propietarios, pero sin apoyo estatal ni fiscalización efectiva, esta responsabilidad resulta inviable. El mural estaba protegido legalmente desde 2011, pero eso no impidió su abandono.

El Consejo de Monumentos Nacionales y la segunda compañía de bomberos “Esmeralda” (la única en Chile con especialidad en la protección de estructuras patrimoniales), no cuentan con los recursos humanos ni presupuestarios para ejercer un rol preventivo. Mientras tanto, los bienes culturales se deterioran hasta volverse invisibles.

Es urgente actuar desde la política pública. Primero, fortaleciendo la educación en prevención de desastres y patrimonio desde etapas escolares. Segundo, dotando al Consejo de Monumentos y las compañías de bomberos de más atribuciones y financiamiento. Y tercero, abordando el centro histórico como un sistema urbano vulnerable, con una mesa intersectorial que evalúe riesgos, coordine acciones y planifique con visión de futuro.

Seguir reaccionando solo cuando las llamas están encendidas es condenarnos a repetir la historia. Proteger nuestro patrimonio no corresponde a una posición nostalgia, es construir una identidad común y una ciudad más segura y habitable para todos.

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