Con los recientes cambios aplicados en el subsidio (DS1) de vivienda para sectores medios, donde se amplía para poder aplicar a viviendas nuevas terminadas de hasta 3.000 UF, 800 UF más que antes, la idea es poder ayudar a una clase social frágil que siempre pulula entre ser “muy rica para el Estado, pero muy pobre para el mercado”.
Parte de esta medida, también tiene como objetivo reducir el stock que las inmobiliarias no han logrado vender y que alcanzan a la fecha las 114 mil unidades (aproximadamente), según cifras de la Camara Chilena de la Construcción (CChC), por lo que es importante revisar el sentido de seguir perpetuando que sean estos los sectores socioeconómicos quiénes mantienen el mercado a flote.
¿Cuáles son los tramos 2 y 3 que considera el DS1? El Tramo 2 debe tener un ahorro mínimo de 40 UF y el Tramo 3, un ahorro mínimo de 80 UF; El Tramo 2, pertenece entre el 40% y el 50% de menores ingresos o mayor vulnerabilidad socioeconómica y, por su parte, el Tramo 3 entre el 51% y el 60% de menores ingresos o mayor vulnerabilidad socioeconómica.
Para dimensionar cómo viven estos sectores, un claro ejemplo es que para estar dentro del 60% más vulnerable, se debe tener un par de meses sin ingresos formales por trabajo ni por pensión y sin beneficios como el de Asignación Familiar. Por lo mismo, surge naturalmente la preguntas: ¿es real que este tipo de familias puedan pagar los créditos solicitados y los dividendos correspondientes?; ¿Será suficiente las medidas de ampliación para ayudar a estos sectores dado las alzas actuales en todo el costo de la vida?.
La crisis de la vivienda ha tenido un impacto especialmente duro en la clase media, precisamente debido a sus ingresos fijos y las alzas en todos los ítems relevantes e impugnables, lo que no les permite acceder a programas de asistencia, pero tampoco les alcanza para hacer frente a los crecientes costos de alquileres o hipotecas.
Además, la falta de activos financieros dificulta aún más, el acceso de la clase media a créditos hipotecarios o préstamos para la vivienda, lo que a menudo resulta en dificultades para encontrar y mantener un hogar adecuado, según lo que indicaría el rango de “clase media”.
La situación puede llevar a que estas familias tengan que sacrificar otros gastos o endeudarse para poder pagar por una vivienda, lo que impacta negativamente en su calidad de vida y bienestar económico, que sumado a la inestabilidad en el mercado inmobiliario golpeando el valor de las propiedades, no da respiro a este grupo socioeconómico que se ve por todas las direcciones perjudicados negativamente, más aún en su patrimonio.
En conclusión, la clase media es homogénea, pero gran parte de ella colinda con los segmentos más bajos de la sociedad sin los beneficios otorgados a ese otro grupo, por lo que cuando una familia bordea un presupuesto de los $800.000 por hogar y su situación laboral es inestable producto de su informalidad, el panorama que suelen vivir es como caminar constantemente sobre una cuerda floja.
En definitiva, no estaría de más, replantear que para salir a flote como país, es importante seguir reformulando apoyos más robustos para lograr levantar la masa más numerosa de Chile, puesto que lo técnico del Registro Social de Hogares, no sostiene la falta de equidad del sistema y la percepción de injusticia ciudadana que sobrelleva la clase media.