El fallecido Pontífice, que no dejó patrimonio, solía visitar la basílica antes y después de cada viaje apostólico.
Por Leonardo Núñez
El Papa Francisco, fallecido este lunes a los 88 años, ha elegido como lugar de sepultura la basílica de Santa María La Mayor en Roma, rechazando el tradicional descanso en la cripta vaticana. Su decisión responde a una profunda devoción personal por la Virgen Salus Populi Romani, cuyo icono bizantino se encuentra en esta histórica iglesia, una de las más veneradas por los romanos.
A lo largo de su pontificado, que se extendió por poco más de doce años, el Pontífice argentino mantuvo una relación íntima con esta imagen de la Virgen, considerada protectora de Roma. Francisco solía visitar la basílica antes y después de cada viaje apostólico, y la eligió como primer destino tras salir del hospital en marzo pasado, luego de una delicada hospitalización por problemas respiratorios, relatan medios de prensa internacionales.
La basílica, situada en la colina del Esquilino, es una de las cuatro grandes basílicas papales de Roma y la única que conserva en gran parte su estructura paleocristiana. Según la tradición, fue construida tras un milagro ocurrido en el año 352 DC, cuando una nevada insólita en pleno verano indicó el lugar donde la Virgen deseaba que se edificara el templo.
Pero la historia de Santa María La Mayor no solo está ligada a la fe, sino también a España. El Papa Alejandro VI, de origen español, mandó a construir su impresionante artesonado con el primer oro llegado de América, enviado por orden de Isabel la Católica. Desde entonces, la Corona española ha mantenido un vínculo estrecho con el templo, ejerciendo incluso el título de “protocanónigos honorarios”. En 2018, los reyes eméritos Juan Carlos I y Sofía visitaron la basílica en una muestra de esta conexión histórica.
La decisión del papa Francisco también refuerza su estilo personal y espiritual: cercano al pueblo, humilde y profundamente mariano. De hecho, no dejó patrimonio heredable. Sólo una cuenta con 100 dólares. Por ello, no es de extrañar que eligiera como última morada una pequeña capilla dentro del templo, lejos de la majestuosidad de la cripta de San Pedro, donde descansan figuras como Juan Pablo II o su predecesor Benedicto XVI.
Durante su pontificado, Francisco visitó Chile en enero de 2018, en un viaje marcado por encuentros con comunidades indígenas, víctimas de abusos sexuales dentro de la Iglesia y multitudes de fieles en Santiago, Temuco e Iquique. Como en cada misión, antes de emprender su regreso a Roma, hizo una última parada silenciosa ante la Virgen en Santa María La Mayor, fiel a su costumbre de encomendar y agradecer cada paso.
El templo también fue escenario clave en uno de los momentos más simbólicos de su papado: la noche del 27 de marzo de 2020, cuando en plena pandemia, Francisco rezó en una Plaza de San Pedro vacía, llevando hasta allí el icono de la Virgen y el crucifijo de San Marcelo.
Hoy, la basílica española de Roma acoge para siempre al primer Papa latinoamericano de la historia, cerrando un ciclo profundamente marcado por la fe, la humildad y el compromiso con los más vulnerables. Su tumba, sencilla y en el corazón de un templo lleno de historia, será un nuevo punto de peregrinación para los fieles de todo el mundo, sostiene EFE.