Experta de la UC analizó la caída del edificio en el país asiático, producto de un terremoto cuyo epicentro fue a más de 1.200 kilómetros de distancia.
Por Leonardo Núñez
Las autoridades tailandesas debieron respaldar públicamente la calidad de la construcción local en el país, tras las dudas que ha dejado la caída de un rascacielos en la capital Bangkok y cuya obras gruesa estaba terminada.
Esto, debido a que fue una de las pocas estructuras importantes de la nación que se vino al suelo mientras el pasado viernes se producía un terremoto, de magnitud 7,7, pero cuyo epicentro fue a más de 1.200 kilómetros de distancia. Es decir, no debió haberse caído.
En Myanmar, el país más afectado de esta zona del Sudeste Asiático, hubo más de 1.700 muertos. En Tailandia, en tanto, sólo 18 hasta ahora (la mayoría, trabajadores que realizaban labores en la torre de oficinas cuyo derrumbe quedó registrado en varias grabaciones que dieron la vuelta al mundo).
El gobernador de Bangkok, Chadchart Sittipunt, mientras visitaba el lugar en medio del retiro de los escombros del edificio de 30 pisos, dijo que es urgente concentrarse primero en encontrar a quien pueda salvarse. “Pero a largo plazo es importante garantizar la seguridad de los edificios en la ciudad, donde millones de personas viven y trabajan en miles de rascacielos”, dijo.
“Lo importante a largo y mediano plazo es encontrar la causa raíz para, al menos, aprender algunas lecciones y mejorar la normativa de construcción”, agregó. “Al final, obtendremos resultados que mejorarán la seguridad en Bangkok”.
Paralelamente, las acciones de la empresa promotora inmobiliaria que gestiona el proyecto, Italian Thai Development, cayeron un 27% producto del colapso. Se han abierto interrogantes sobre el diseño del rascacielos, la aplicación de los códigos de seguridad en la construcción y el contratista estatal chino que construye la estructura.
El ministro del Interior, Anutin Charnvirakul, cuya familia es propietaria de uno de los mayores conglomerados de construcción de Tailandia, confirmó la creación de un comité de investigación, para que informara de los resultados en un plazo de siete días.
La autoridad señaló tres posibles factores por el derrumbe: el diseñador, los inspectores o los constructores.
Por su parte, la arquitecta chilena Rosita Junemann, académica del Departamento de Ingeniería Estructural y Geotécnica de la Universidad Católica, señaló que el sismo principal fue seguido por una réplica de magnitud 6,4. Y sobre el colapso del edificio, señaló que: “En general, el daño en la infraestructura depende de múltiples factores: en este caso los más importantes son el evento mismo en términos de su magnitud, la intensidad con la que percibe el movimiento el edificio, pero también de las condiciones del sitio, del tipo de suelo, pero también de los procesos constructivos y del diseño mismo, si éste cumplía con las normativas sismorresistentes y si estaba bien construido o no”.
En el caso de nuestro país, por estar ubicado en el “cinturón de fuego del Pacífico”, ha experimentado múltiples terremotos de gran magnitud a lo largo de su historia.
Algunos de los eventos más destructivos han sido el terremoto de Valdivia en 1960 (9,5), el de 2010 en la zona centro-sur (8,8) y el de 1985 en Santiago (7,8).
Estos eventos han provocado colapsos de edificios, como en Concepción en 2010, donde la torre O’Higgins se desplomó parcialmente, y el derrumbe de estructuras en Valparaíso en 1985. Sin embargo, la normativa sísmica chilena ha evolucionado significativamente, permitiendo reducir el impacto en edificaciones modernas.
Es por ello, que la experiencia del país en materia de construcción sismorresistente sirve como referencia para otras naciones propensas a sismos.