
Por: Eduardo Ricci Burgos, Abogado de Negocios.
Es un hecho que la mayoría de las zonas urbanas del mundo presentan importantes déficit de espacios públicos recreativos o de áreas verdes. Por lo que una alternativa que ha ganado popularidad en Latinoamérica en la última década, es la reconversión de espacios subutilizados o en desuso de la ciudad, que usualmente, son relativamente pequeños y se encuentran en terrenos abandonados o en mal estado, e incluso , están incómodamente ubicados en la trama urbana o en áreas para actividades extraprogramáticas.
Así surgen los parques de bolsillo como respuesta a la necesidad de las grandes ciudades de tener espacios verdes. Diferentes ciudades y organizaciones han establecido sus propias definiciones de parques de bolsillo, para garantizar que puedan ser regulados y reproducidos ordenadamente.
En Chile, incluso, se han empezado a institucionalizar y diferenciar las plazas de bolsillo, las cuales siguen el mismo principio pero hacen un énfasis particular en la temporalidad del equipamiento (y el mobiliario) ya que éste podría ser trasladado a otros espacios, una vez se consolida la plaza y se hace permanente.
Los parques de bolsillo se han definido entonces como pequeños espacios en remanentes urbanos o viales subutilizados o abandonados, convertidos en espacios para la recreación y disfrute de la comunidad, constituyendo acciones realizadas en corto tiempo, de carácter temporal y de bajo costo, pero con un impacto altamente perceptible.
Su objetivo es mejorar la calidad de vida y la imagen urbana, a una escala pequeña pero muy visible, de los barrios en los que se emplazan, mediante la recuperación física de los espacios y la generación de actividades que promuevan la convivencia social y la conformación de vida comunitaria, posibilitando una mejora en los niveles de seguridad y bienestar de las personas.
A pesar de las diferentes interpretaciones, existen una serie de elementos básicos que son comunes en todas las versiones de los parques de bolsillo, ellas son la ubicación (terrenos baldíos, abandonados, callejones, remanentes viales o espacios similares usualmente públicos), su tamaño (relativamente pequeños en promedio de 1000 m2 con respecto a los parques y plazas tradicionales), el equipamiento (mobiliario público que facilite actividades de interacción social) y su costo (bajo presupuesto de creación y mantenimiento).
Tener más y mejores espacios públicos aumenta la calidad de vida en las ciudades, da lugares para satisfacer el derecho a la recreación. Además, Cuando estos parques empieza a formar un sistema de espacios públicos de diferentes escalas accesibles para todos los habitantes, se genera un valor agregado adicional, pues son importantes espacios de biodiversidad en áreas urbanas densamente pobladas y presentan la virtud de colindar de manera inmediata con las comunidades.
Por otro lado, la proliferación de parques de bolsillo permite que haya más gente conviviendo públicamente a todas horas y en todos los rincones de la ciudad, generando la reducción de índices de violencia e inseguridad porque es menos frecuente que los delincuentes actúen en presencia de muchos testigos.
Los parques de bolsillo, además, ayudan a hacer recorridos más humanos y más amigables para el peatón, dando opciones de cómo y dónde pasar nuestro tiempo libre dentro de la ciudad, facilitando el encuentro entre vecinos y promoviendo la construcción de capital social.
Las ciudades tienen opciones muy limitadas para generar nuevos espacios públicos recreativos y, en este sentido, los parques de bolsillo son una gran opción para aprovechar hasta la última esquina y rincón urbano.