En el estudio se determinó que 330 hectáreas de vegetación nativa urbana en Quilpué y Viña del Mar desaparecieron con el siniestro.
Por: Redacción EDI
Un total de 8.960 hectáreas de formaciones vegetacionales fueron arrasadas por los incendios forestales que afectaron a la Región de Valparaíso entre el pasado viernes 02 y lunes 05 de febrero. Del total, 4.286 hectáreas corresponden a bosque nativo, 202 hectáreas a bosque mixto, 2.568 a praderas y matorrales y 1.904 a plantaciones forestales.
El análisis fue obtenido por el Proyecto “Justicia Ambiental, Derechos Humanos y Cambio Climático: del abandono de las comunidades a la política pública con articulación territorial en Chile Central” (Proyecto Tayú) de Fundación Terram, financiado por la Unión Europea. Para obtener estos resultados, se utilizó información pública del Catastro de Usos de la Tierra y Recursos Vegetacionales de Conaf (2019) y del Observatorio de la Tierra Copernicus.
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Cabe mencionar que la superficie incendiada totaliza 9.514 hectáreas, al sumar ciudades, pueblos, zonas industriales, terrenos de uso agrícola, embalses, lagos y lagunas. Asimismo, se debe agregar la superficie afectada en la zona de Placilla, con 165 hectáreas estimadas de vegetación perdida.
Dentro del bosque nativo siniestrado había especies emblemáticas y de alto valor ecológico. Se encontraban agrupaciones de palma chilena (en peligro y a la espera de ser reconocida como Monumento Natural), poblaciones de belloto del norte (Monumento Natural y vulnerable), orquídea (Chloraea disoides, en peligro crítico), alstroemeria (A. marticorenae, en peligro), naranjillo (vulnerable), lingue (vulnerable) y patagua (vulnerable). Además, se quemaron especies típicas de bosque esclerófilo como peumos, quillayes y litres.
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El Coordinador Territorial del Área de Vegetación Nativa del Proyecto Tayú, Joaquín Gómez, señaló que es importante relevar, asimismo, la importancia de las olvidadas formaciones xerofíticas.
“No solo se perdió una enorme cantidad de bosque nativo en esta catástrofe. Entre Viña del Mar y Quilpué, en las inmediaciones del Palmar El Salto, Jardín Botánico y sector Las Cucharas, se desarrollaba una preciosa asociación de alto valor ecológico con Puya (alpestris ssp. zoellneri) o Chagual Calipso, Quisco (Leucostele chiloensis, Casi Amenazado), y Palma Chilena. Urge de forma extrema, no solo lograr normativas que hagan frente a los incendios, sino también mejorar sustancialmente la protección jurídica de nuestra vegetación, que se encuentra a merced de la afectación por múltiples amenazas”, indicó.
Afectación de vegetación urbana
Por otro lado, utilizando datos propios generados por el Proyecto Tayú, se constató que fueron afectadas por el incendio 330 hectáreas de vegetación nativa dentro de las ciudades y su periferia hasta 500 metros del límite urbano (“vegetación nativa urbana”), principalmente en quebradas húmedas y ciertas laderas aún no urbanizadas de las comunas de Viña del Mar y Quilpué. Esto significa que el 18,2% del total de fragmentos de vegetación nativa entre ambas comunas resultaron quemados.
De acuerdo a Flavia Liberona, Directora de Fundación Terram, estas formaciones vegetacionales urbanas tienen un valor muy elevado, sobre todo en un contexto de crisis climática, al aportar beneficios no solo ambientales y ecológicos, como la regulación de aguas lluvia, la provisión de sombra, la reducción local de temperatura y la disminución de ruidos, sino también sociales, al ser verdaderos pulmones verdes y espacios de recreación y esparcimiento para las personas, cada día en menor cantidad dentro de las ciudades.
“Los arbolados urbanos han tendido a construirse con especies exóticas que obligan a cuidados especiales y requieren muchas veces más agua, además de ser consumidas más rápidamente por los incendios. Cada fragmento de vegetación nativa que se conserve dentro de las ciudades, y que ha resistido las presiones humanas, son extremadamente valiosos. Estos parches están adaptados a las condiciones climáticas locales, los tipos de suelo, y otros factores ambientales y son parte de la identidad de las personas en la Región de Valparaíso. Basta con mencionar la denominación de barrios y localidades, como vía Las Palmas, o El Quisco, entre muchas”, señaló Liberona.
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Conflictos socioambientales
Cabe recordar que la vegetación nativa en toda la Región de Valparaíso está fuertemente amenazada por presiones de distinto tipo, de las cuales la urbanización es la principal. El proyecto Tayú ha catastrado 33 conflictos socioambientales que se relacionan con la defensa de la vegetación nativa por parte de organizaciones locales, cinco de los cuales están en el territorio afectado por el último incendio. Estos son: Conflicto en Quebrada El Olivar, en sector El Olivar; Conflicto en Humedal Entre Cerros, en Villa Dulce; Conflicto en Paso Hondo, en la misma localidad; Conflicto en Quebrada Los Temus, en Reñaca Alto y Conflicto por nuevas vialidades planteadas en el Plan Regulador Metropolitano de Valparaíso y en el proyecto Ruta Periférica Valparaíso, planteadas por el MOP y el MINVU.
De estos cinco conflictos, cuatro tienen que ver con la expansión urbana a través de la expansión inmobiliaria formal, mediante proyectos inmobiliarios promovidos tanto por empresas privadas como por entidades públicas; los loteos irregulares, y las tomas de terreno. Por otro lado, el quinto conflicto está relacionado con el crecimiento de la red vial para el acceso y salida del Gran Valparaíso. Este conflicto involucra la construcción de carreteras que se proyectan sobre importantes sectores con vegetación nativa de las comunas de Viña del Mar, Quilpué, Valparaíso, Concón y Villa Alemana.
De acuerdo a la directora del Proyecto Tayú, Eliana Chong, es urgente contar con una planificación urbana y territorial, además de legislar sobre los cambios de uso de suelo que se generan posterior a los incendios, de modo de permitir su recuperación, evitando que sean ocupados por proyectos inmobiliarios o de plantaciones de frutales.
Cabe señalar, que la discusión sobre la pérdida del patrimonio silvestre suele enfocarse en los bosques, es decir, ecosistemas donde predominan los árboles, lo cual revela un enfoque parcial y provoca una subvaloración del problema de la pérdida de dicha biodiversidad. La razón es que los bosques mediterráneos destruidos, comienzan su recuperación con un tipo ecosistémico cuya apariencia es un matorral. Este proceso por el que un ecosistema se recupera de algún daño, transformándose lentamente en el tiempo, es llamado “sucesión”. Así, muchos matorrales de la zona central de Chile -incluidos los conocidos espinos- corresponden realmente a una etapa inicial de la sucesión del bosque en proceso de recuperación.
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