Por: Sebastián Llanos Pinchart, constructor civil, MSc en Construcción Sustentable y académico en UNAB.
Desde hace un tiempo, la industria ha reconocido la necesidad de mejorar la eficiencia en los sistemas constructivos porque enfrentamos una crisis habitacional que exige soluciones urgentes. Se espera que arquitectos, constructores e ingenieros propongan alternativas para reducir el déficit habitacional, que contribuye a la proliferación de tomas de terreno, aumento de condiciones indignas de vida para muchas familias, e incluso, a la generación de fuentes delictuales como el narcotráfico.
En países desarrollados, la construcción industrializada ha respondido a este desafío concentrando la mayor parte de los trabajos en plantas de producción en serie, apoyadas por sistemas mecánicos y digitales avanzados, lo cual no solo ha mejorado la productividad, sino que también, ha permitido la disminución de algunos efectos nocivos derivados del sistema de construcción tradicional, como la escasez de mano de obra y el enorme volumen de residuos que éste deja. En Chile, por este efecto se han generado más de 3.700 botaderos ilegales.
Considerando que, luego del terremoto de 1971, en Chile se instaló una planta de muros y losas prefabricadas de hormigón armado llamada “KPD”, que abrió la posibilidad de construir la obra gruesa de edificios de cuatro pisos en apenas dos semanas, surge una pregunta: ¿qué hace falta, entonces, para acelerar la implementación de sistemas constructivos más eficientes?
El sector privado impulsa este cambio mediante el Consejo de Construcción Industrializada, donde empresas comparten experiencias sobre sistemas más eficientes. A su vez, el Ministerio de Vivienda fomenta las viviendas industrializadas, reduciendo significativamente los tiempos de ejecución. Este año, además, se inauguró el primer edificio público industrializado del país.
Otra noticia alentadora es el aumento en la cantidad de plantas de construcción industrializada durante estos últimos años, en su mayoría basadas en estructuras de madera, lo que impacta positivamente en reducción en la huella de carbono.
No obstante lo anterior, y en atención a la pregunta planteada, aún falta que las oficinas de arquitectura y constructoras diseñen y edifiquen sus obras considerando las tecnologías disponibles en las plantas de construcción mencionadas, aprovechando los beneficios, pero entendiendo sus limitaciones en términos de dimensiones y materialidad.
Es fundamental actualizar las mallas curriculares para integrar estas nuevas tecnologías y es determinante que, desde las primeras etapas de formación, los estudiantes conozcan y comprendan estas alternativas, porque continuar enseñando con antiguas metodologías no hará más que perpetuar el problema de la construcción tradicional.
