Por: Felipe García Bunster, Head of South Latam.
Según los datos preliminares del Censo 2024, la población en Chile ha crecido un 5,2% respecto al censo de 2017. Sin embargo, el número de hogares y viviendas ha aumentado en proporciones significativamente mayores: un 16,7% y un 17,6%, respectivamente.
Esto refleja una tendencia clara: cada vez hay menos personas por hogar, lo que está impulsando un crecimiento desproporcionado en el número de viviendas en relación con la población. Este fenómeno se confirma con otro dato relevante: en 1992, el tamaño promedio de una familia en Chile era de cuatro personas, mientras que hoy ha disminuido a 2,8.
La oferta de vivienda nueva también ha cambiado en esta dirección. Según cifras de Tinsa (Incoin), en los últimos 15 años la superficie promedio de las viviendas nuevas ha disminuido en un 15%. Además, las unidades de 1 dormitorio y 1 baño, han ganado cada vez más presencia en el stock disponible. En 2012 representaban cerca del 20% de la oferta total de departamentos en la Región Metropolitana, y hoy ese porcentaje, ha crecido hasta un 33%.
Las razones detrás de este fenómeno son diversas: el aumento en el costo de vida, una mayor esperanza de vida y cambios en la planificación familiar, con generaciones más jóvenes priorizando otros aspectos antes que la conformación de familias numerosas. Esto se refleja en la Tasa Global de Fecundidad (TGF), que en Chile ha descendido de 2,0 hace 25 años a solo 1,16 en la actualidad.
Este cambio demográfico tiene implicancias profundas para el desarrollo urbano y el mercado inmobiliario. Por un lado, la tendencia hacia hogares más pequeños refuerza la necesidad de repensar el diseño de las viviendas, en cuanto a tamaño y en términos de funcionalidad y espacios compartidos. Las unidades habitacionales deben adaptarse a nuevas dinámicas familiares y estilos de vida, privilegiando el uso eficiente del metro cuadrado y la integración con su entorno.
Por último, la evolución del tamaño de los hogares en Chile, también debe ser considerada en el diseño de políticas públicas, particularmente en materia de acceso a la vivienda y financiamiento. La reducción del número de personas por hogar y el aumento del número de viviendas pueden influir en la demanda de subsidios habitacionales, en la forma en que se diseñan los créditos hipotecarios, e incluso, en la manera en que se gestionan los recursos urbanos.
Adaptarse a estos cambios no es solo una cuestión del sector inmobiliario, sino también, un desafío colectivo para construir ciudades más sostenibles, inclusivas y preparadas para la evolución de la sociedad en las próximas décadas.