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Santiago con proyecto pero sin plan

Por: Luis Fuentes A. Director Instituto de Estudios Urbanos UC e Investigador CEDEUS.

Durante años el centro histórico de Santiago ha experimentado una disminución de competitividad frente a otras áreas de la ciudad. Comercios emblemáticos como la tienda de París en Alameda y servicios privados, como las oficinas corporativas del Banco Santander, han abandonado el centro o se han ido trasladando al oriente de la ciudad. El resultado: crecientes tasas de vacancia en oficinas y comercios, con la presencia del sector público y residentes locales como último bastión de actividad.

Su declive no es un fenómeno reciente. A pesar de contar con patrimonio y algunos barrios vibrantes, la tendencia general apunta hacia la pérdida de actividades. Más allá de su utilidad funcional, los centros urbanos representan un símbolo para las ciudades y sus habitantes. Son un crisol de diversidad social y cultural, de día y de noche, albergando una rica mezcla de ingresos, educación, cultura e incluso nacionalidades. Además, concentran un valioso patrimonio histórico y tradicionalmente son el epicentro del poder político, judicial y administrativo.

Frente al declive del centro histórico de Santiago, hay consenso. Las iniciativas para revertir la tendencia han estado centradas en proyectos aislados de acupuntura urbana, como las plazas de bolsillo, o urbanismo táctico como las pinturas en la calle bandera.

También para enfrentar la seguridad y el comercio ambulante se han desarrollado copamientos policiales. En los últimos años el proyecto de mejoramiento y rediseño del eje Alameda-Providencia, ha concentrado la discusión sobre la recuperación del centro, principalmente sobre el futuro de la plaza Baquedano. Sin embargo, lo que distingue a los centros históricos exitosamente revitalizados son los planes, no los proyectos aislados.

Augusto Barrera, ex alcalde de la capital de Ecuador, hace unos meses en una exposición en la Universidad Católica, nos contaba sobre la experiencia exitosa de recuperación del centro de Quito. Criticaba la visión prevaleciente de la monumentalidad en el rescate de los centros, ya que es demasiado estrecha, enfocándose en aspectos arquitectónicos e históricos y desatendiendo las realidades vividas de sus habitantes.

En su experiencia se debe generar un plan que respete la diversidad y promueva el centro como un espacio inclusivo. Este plan debe abordar el concepto de “habitar” estos espacios patrimoniales y conectarse con los procesos políticos, sociales e históricos del lugar, y no, solo concentrarse en el rescate de la arquitectura o rediseño de espacios.

Por esto, no debemos cegarnos solo con proyectos como el Alameda-Providencia, que por supuesto son importantes. Es necesario tener una visión holística del centro, entendiendo que no se puede rescatar solo con “acupuntura urbana” o proyectos aislados. Las obras son necesarias, el diseño urbano es crucial, pero para tener un impacto real se requiere un plan coherente, no solo proyectos.

El centro histórico de Santiago necesita una estrategia integral que recupere su valor simbólico y funcional. Hoy el centro no invita, sino ahuyenta. Como diría Carlos Franz, la ciudadela central de Santiago, sede de nuestro poder y alma de nuestras debilidades, prefigura y proyecta lo que somos como habitantes. Por lo tanto, para recuperar un espacio tan importante como nuestro centro histórico, necesitamos más que un proyecto, necesitamos un Plan.

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