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24 marzo, 2023 /

El mercado inmobiliario como el termómetro de una economía saludable

El déficit habitacional hasta el año 2022 se cuantificaba en más de 600.000 unidades, según el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, y a pesar de esto, igualmente se planteó un Plan de Emergencia Habitacional (PEH), con una meta que buscaba lograr solucionar a no más del tercio de la necesidad real.

Para llegar a estas metas, dentro de la estrategia ministerial a través del PEH se han considerado la construcción de viviendas sociales, la entrega de subsidios, programas para arriendos y soluciones habitacionales temporales para familias víctimas de catástrofes, además de promover, el desarrollo inmobiliario en zonas vulnerables.

Todas estas iniciativas no son nuevas. Todas se han visto aplicadas con éxito en distinto países como Singapur, Finlandia , Corea del Sur, Canadá, por lo que cabe preguntarse: ¿por qué se nos hace tan difícil como país llegar a saldar la deuda completa o al menos las planteadas?, incluso hay que ir más atrás y tratar de responder sobre qué tienen en común aquellos países que han combatido exitosamente el déficit habitacional, para comprender cuáles son las rutas para acercarse.

Si bien la realidad de aquellos países mencionados dista mucho de la nuestra, hay que considerar cómo equiparar factores claves como certeza jurídica, programas coordinados entre el gobierno central e instituciones financieras, estabilidad social y seguridad. Aquí, sin duda, la certeza jurídica es clave para propiciar un escenario de desarrollo que hoy resulta ser nuestro gran talón de Aquiles.

Evidentemente no hay que desconocer los esfuerzos del actual Gobierno para concretar reformas constitucionales, tributarias y previsionales, ya que aunque todas son necesarias desde sus diferentes marcos, pero si sólo se hacen cargo del fondo, la forma se va diluyendo sin ninguna posibilidad de salvación.

Tengamos en consideración que para medir la salud de un país el mercado inmobiliario es el termómetro, donde a mayor desarrollo, más sana se percibe la economía del país. De hecho, pocos mercados empujan tanto la economía nacional como lo hace la construcción y la inversión inmobiliaria, por lo que si bien es plausible que revisen como replantear lo que repercutirá en el media no y largo plazo, no deberían perder nunca el objetivo de fomentar e incentivar lo que hoy podría ayudar a levantarnos.

Es así. Es una realidad innegable que uno de los tantos efectos post pandemia y estallido social, ha sido la quiebra de constructoras, el endurecimientos de las políticas bancarias para el acceso al crédito hipotecario y el alto valor de las propiedades que se proyectan en construcción (verde y blanco), que sumado a la falta de políticas de inmigración y el control de indocumentados, ha llevado a un crecimiento acelerado de campamentos y de un aumento exponencial del déficit habitacional.

Desde entonces no hemos logrado levantarnos. Con los altos precios, actualmente valorados en UF incluso para arriendos, las personas necesitan una renta líquida más alta para acceder a créditos hipotecarios, por lo que las constructoras están disminuyendo su presencia en nuestro país y un número importante de inmobiliarias han parado o suspendido obras. Entonces, mirando todo esto: ¿será que vamos en la dirección correcta?

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