Por: Juan Sebastian Morales, Fundador de Reistock- Inversionista inmobiliario
El ahorro es un aspecto crucial en la economía de cualquier país, sin embargo, recientes datos revelan una preocupante situación: el ahorro de los hogares en el país ha caído a zona negativa, alcanzando su nivel más bajo desde 2013.
Según cifras del cuarto trimestre del año pasado, la capacidad de economizar de las familias retrocedió hasta el -0,7% del Producto Interno Bruto (PIB), lo que representa un desafío para la reactivación, el bolsillo de los chilenos y, en especial, para el acceso a vivienda de los chilenos.
El ahorro como herramienta fundamental para la acumulación de capital y la inversión en el futuro, permite a las familias tener un colchón financiero para afrontar emergencias y planificar proyectos a largo plazo, como por ejemplo, la compra de una vivienda. Sin embargo, cuando el ahorro de los hogares cae a niveles negativos, los fantasmas del stress financiero y la preocupación del cumplir con el día a día nos impide mirar con esperanza a largo plazo.
Una familia que no puede pensar en el futuro con claridad y siente que está resolviendo sus necesidades sobre la marcha, solo pensará en posponer la decisión de concretar la compra de un activo, por ende, no se logra dinamizar el mercado de dicho activo. En lo que refiere a lo inmobiliario, hoy las velocidades de venta están en niveles históricamente bajos, los meses para acabar oferta se dispararon y nada indica que eso cambie en el corto plazo.
Para abordar esta situación y lograr devolver la confianza a la gente es fundamental que se implementen mecanismos que promuevan el ahorro y faciliten el acceso a financiamiento para la compra de viviendas. El recién lanzado proyecto de garantía estatal para el pie de la vivienda va perfectamente encaminado en este rumbo, pero no es suficiente, ya que si bien el pie se resuelve, hoy el requerimiento de renta aumentó drásticamente con respecto a años anteriores.
Desde 2019 a la fecha el requerimiento de renta para un crédito hipotecario subió más de un 50%, es decir, si antes para un crédito de 3000 UF se solicitaban aproximadamente 1,5 millones de renta líquida comprobable, hoy ese requerimiento se encumbra hasta los 2,3 millones líquidos. Entonces surge la pregunta evidente ¿quién gana más de 2,3 millones de pesos en Chile? Bueno, muy poca gente en este país.
Otro posible apoyo para la clase media podría ser la creación de programas de financiamiento accesibles y flexibles, que permitan a las familias acceder a créditos hipotecarios con tasas de interés y plazos razonables, acorde a sus ingresos y capacidad de ahorro.
El cuestionamiento final es ¿vendrá esto desde la banca o serán las cajas de compensación?, o quizás de frentón, necesitamos que nuevos actores nos presenten soluciones flexibles y amigables con el bolsillo de las personas. Prefiero inclinarme por esta última opción.
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