Por Francisco Bascuñán W., Arquitecto urbanista Universidad de Chile y Doctor (c) Universidad Politécnica de Madrid.
El crecimiento poblacional y de las ciudades en el mundo pareciera no detenerse. El espacio que ocupan los asentamientos urbanos, además, está aumentando más rápidamente que la propia población citadina. Según la División de Población de las Naciones Unidas, se prevé que para el año 2030 la cantidad de personas que vivirán en ciudades habrá llegado a casi 5.000 millones, representando el 61,7 % de la población mundial (Boyle 2004).
Es más, se conjetura que entre 2000 y 2030 la población urbana del mundo aumentará 72%, mientras que la superficie de las zonas edificadas donde viven 100.000 o más personas podría aumentar en 175% (UNFPA 1996). En los últimos 200 años, la población urbana mundial ha pasado de equivaler el 2 % de la población mundial en 1800 a constituir el 50 por ciento de ésta en la actualidad.
Son las ciudades, en consecuencia, los centros responsables del consumo energético y también del impacto medioambiental que esta producción genera, pues cada sistema urbano requiere para mantener su organización, una entrada de materiales y energía (recursos naturales), que obtienen de la explotación de otros sistemas en la naturaleza (Rueda 2002).
Pero no todas las ciudades demandan por igual, la demanda energética de las urbes tiene directa relación con su modelo urbano espacial, de uso y producción de su estructura. En simple, las alternativas de crecimiento que tienen actualmente las ciudades son dos: o crecemos hacia los lados o crecemos hacia arriba.
Crecer hacia los lados o crecer por extensión, es comerse el espacio natural, agrandar la extensión de la ciudad, incrementar los recorridos internos y por consiguiente aumentar la emisión de CO2. Este es el modelo mas contaminante y menos sustentable
Contrariamente, crecer hacia arriba es concentrarse, densificar y vivir en edificios de departamentos. Claro que emitimos menos CO2, pero la calidad de vida puede empeorar si no existe una rigurosa fiscalización y planes urbanos comunales consensuados con la comunidad.
Una tercera alternativa es la llamada densidad equilibrada. Cuando hablamos de densidad equilibrada nos referimos a una relación sostenible y de calidad entre la cantidad de habitantes por un lado y el acceso a los servicios urbanos por otro. Su modelo se basa en una densidad tal que permite que los habitantes tengan acceso igualitario y justo a los centros de servicio y áreas verdes. Una densidad que mantenga en equilibrio la cantidad de habitantes y la oferta urbana.
Densidad equilibrada hace mención a esa ciudad más caminable y diversa, donde la densidad habitacional es fundamental para darle la vida pero siempre en equilibrio con la producción de servicios, comercio y áreas verdes.